Te conocí, mucho antes de que amanecieras en aquella mañana de invierno, en los ojos de tu madre. Allí comenzaste a resplandecer como una fogata en medio de tempestades. Ella ya te había intuido en señales mágicas que daban cuenta de tu advenimiento. Te soñó antes de inventarte hasta que esa amalgama de ternura se hizo célula, compás, movimiento y vida en su interior.
Te supo de tal manera como si sus ojos fuesen el espejo de tus movimientos. En su interior comenzaron a resonar los acordes de un laúd que cada día escribía una partitura diferente. Y comenzó a edificar tu primera casa con avena y con miel, con besos de pan y suspiritos de agua. Te tejió un lecho de hierbas, construyó un espiral para que te mecieras. Le dibujo a las paredes de tu estancia las primeras palabras de amor, para que las tomaras entre tus diminutas manitos y te las bebieras.
LA GEOGRAFÍA DE TUS
SÍSTOLES
Tiempo de arcilla, de vientos que van rozando la superficie de las piedras para dejar en su sustancia mineral el soplo de vuelos altos y caminerías de pájaros. Te fue moldeando con toda la música que ella contenía en sus átomos, con el amor que se desprendía de sus cauces acuáticos, con aquella risa ruqui ruqui que inundó tu piel antes de tu primer ropaje.
Qué travesía aquella de ir dibujando en la geografía de sus sístoles cada instante tuyo, único e irrepetible. Entre cantos y suspiros, un abecedario inédito que se iba inventando entre tú y ella, los días adquirieron dimensión de bosque, rumor de océanos, sabor a pan y levadura, a miel y nueces, a aroma de abriles.
NOMBRE DE RISAS
Y CLAVICORDIOS
Era primavera, hijo, y ya tenías nombre. Isaac por un bisabuelo lejano que no llegaste a conocer pero que transita por nuestros corredores como un abrazo que no cesa.
Isaac, el que ríe, nombre de la alegría que tu madre te entregó como tu más precioso talismán. Nombre sembrado en el columpio de tus párpados como una cascada de palomas.
Sebastián, nombre de música y de alturas, venidas del país del alma, con el cual inscribía en tu genética la dimensión de un reino por construir, aquí en la tierra, entre los hombres.
Sebastián, melodía de clavicordio en tiempo de amor. Partitura colmada de cuerdas, vientos, metales y voces, para que anticiparas la resonancia de tu vivir como una ofrenda a los tiempos que vendrán.
Era primavera, hijo, y todas las flores del campo amanecieron erguidas sobre sus tallos para celebrar tu advenimiento. Sabían de antemano que el tiempo de tu gestación te regalaría las cuatro estaciones, para que nada te fuera desconocido. Para que supieras que a la hora de tu otro despertar, en medio de un invierno de nevadas y ventiscas, tu mirar vería renacer los tiempos de cosecha y floración.
CONCIERTO PARA DOS
INSTRUMENTOS
Tu madre se aprendió de memoria cada uno de tus movimientos. Cuando dormías ella te soñaba bajeles de velas blancas. Cuando despertabas ella te escuchaba danzar en su interior y muchas veces los vi reír juntos como si fuera un concierto para dos instrumentos.
Que travesía por los milagros fue aquel tiempo de advenimiento. Tu madre tejía guirnaldas con su alegría. Dibujaba cometas sobre la superficie de tus dedos. Le bordaba suspiros a tu respiración. Y un riel de ternura a tus travesuras.
Y TE FUGASTE HACIA
SU PECHO
Y un quince de enero apareciste en tu envoltorio marino, buscando la sonoridad de aquella voz que te nombraba y llamaba y te fugaste hacia su pecho, te acunaste en su regazo, te devolviste a tu alpistero de mieles.
Ay del que cree que un cordón se corta. Sólo cambia el cauce del amor. Ay del que piensa que un hijo se aleja. Sólo se hace diferente la contextura del lazo. Ay del que intenta separar la semilla del tallo, el tallo del árbol, la hoja de la rama, la tierra de la mano que la aborda para sembrarle florerías.
NACE UN HIJO Y
EL MUNDO CAMBIA
Nace un hijo y el mundo cambia aunque nadie lo perciba. Nace una madre al parir un hijo y el universo se modifica, aunque este planeta esté ciego. Y nada puede contra esa fuerza de la ternura que estalla cuando desde una cáscara cerrada brota la levedad de una hoja diminuta. Cuando desde los cauces subterráneos del polvo emerge la respiración de un tallo. Cuando de una vasija de miel irrumpe para siempre el acorde de una risa.
UNA MÁGICA
NOMENCLATURA
Y así comenzó tu andar de Chipilipitoco, la mágica nomenclatura con la que tu Akami comenzó a escribirte las primeras canciones. El nombre que irrumpía desde el esternón de tu único y verdadero tío jeijei como si fuesen cohetes de feria. El susurro con el cual tu ciput reinventaba desde lejos los días de todos los niños que ella hizo suyos. La plegaria con la cual tu Mata, tejía en tus pupilas cuenterías de flor y de cielo.
ANDARES DE LIEBRE
Y VENADITO
Qué andares de liebre, de venadito detenido en el umbral de tus ojos, de mariposas blancas jugando al escondite entre la grama. Qué pasos aventureros adivinabas desde los ventanales por los cuales te asomaste al abrigo de nieves que te enseñó por primera vez a leer las coordenadas del sol.
Qué pasajes de alegría marcaron los días y tu asombro, mientras tu madre te edificaba un mundo a tu medida. No hubo suspiro en el que ella no reconociera los decibeles de tu escritura de párpados. Ni criptograma que no descubriera para ofrendártelo como golosinas a tus ganas de comerte el mundo.
LOS CÓDIGOS DE
LA VIDA
Que tiempos de ilusión perduraron como un incienso de mandarinares sobre los días. Nada nos fue ajeno. Contigo volvimos de nuevo a reencontrar las formas geométricas, los sonidos de una campana, el tarareo de un tambor, los viajes de El Principito, las canciones del akami. Contigo adquirían otra cuenta las estrellas en las noches. Y aprendimos a leer los códigos de la vida en las estaciones de la luna.
Reencontramos los pasos de las hormigas, desentrañamos el misterio de los hongos que aparecían como hijos de la hierba en los días húmedos. Aprendiste a leer en la corteza de los árboles, y a medir los años de su sombra. Recogiste flores antes que juguetes y siempre tenías entre tus manos un ramillete para llevárselos a la risa de tu madre.
IMPERIOS DE
ALEGRÍAS
Hicimos de los pasadizos estrechos de tu casa un campo de invenciones donde todo era posible. Una pelota podía ascender a la altura de un lucero o recorrer el mundo debajo de los muebles. El agua se convertía en mar. Las hojas de papel en barquitos o en veloces aeroplanos de certero aterrizaje. Las sábanas construían imperios de alegría y solares de manzanos.
De manos de tu madre, que jamás han dejado de estar prendidas de las tuyas, vimos como te crecieron los ojos la primera vez que te llevó al parque. Se agrandaron hasta parecer dos faroles. No cabía en tu mirada la sinfonía del viento sobre la hierba, ni el vuelo de los patos camino a la laguna, ni la danza de las hojas antes de emprender su viaje de nuevo hacia la raíz.
LA ALQUIMIA
DE UN GUIJARRO
Ay de la hora primera de los columpios donde no sabíamos qué iba más a prisa si tu risa o tu viaje por las alturas. Hasta que descubriste el misterio del agua y de la alquimia de un guijarro lanzado como un barquito hacia sus ramales móviles.
Y nunca te volviste a ir de ese sitio mágico. Tu rostro giraba en las circunvalaciones del agua y allí quedaba sellada tu ilusión marinera. Tu madre recogía las piedras más grandes para que tú se las regalaras a la risa del agua. Y entre ambos escribían un concierto para oboes que se derrama una y otra vez en las vías arteriales de las fuentes.
EL TELAR DE
LA VIDA
No hubo tiempo ni día, Chipilipitoco, en el cual tu madre no te construyera una ilusión, o te consolara una lágrima, o te envolviera en caricias los jarabes, o acurrucara en un abrazo el tiempo de las agujas. No hubo libro, cuaderno, que no estuviese lleno de sus afanes por navegar contigo cada nuevo paisaje. Ni territorio que no recorriera asida de tu mano.
No pasan en vano los años, hijo. En ellos se construye el telar de nuestras vidas, aunque vientos ajenos, deshagan el fino labrado de los hilos. Aunque ruidos distantes acallen el sonido infinito de la música que anidas en tus quereres. Aunque alguien en algún momento convierta el abrazo en un estruendo de sombras.
AUSENCIA
JAMÁS
Este quince, es el segundo en el cual no te despertamos con la con la algarabía de tu tiempo cumplido. Pero no hay ausencia, hijo. Jamás la ha habido ni jamás la habrá. Y por ello la celebración se hace mayor y el festejo de tu nacimiento crece como jazminerías sobre el invierno.
Nos colamos, como siempre, por tus ventanales, ascendemos por tus sábanas, nos escurrimos silenciosos hasta tus antojos y allí te dejamos, como cada día de tu vivir, las canciones de tu akami, la risa de tu madre, los empanaditas de amor de tu ciput, los alborozos de tu tío jeijei, las cuenterías de tu mata.
LA INFINITA TRAVESÍA
DE UN CORDÓN
Todos prendidos en un pañuelito blanco en el que caben todos los misterios, todas las magias, todas las ilusiones que el amor es capaz de armar en la infinita travesía de un cordón que está más prendido que nunca a la ingeniería de tus dedos, la envergadura de tus brazos, el torrente de tus cauces hechos de las mismas aguas que te ofrendaron la vida en un instante que perdura y perdurará para siempre.
Y allí, en ese territorio que nos pertenece, por linaje de vida, por estamento de flor, por destilación de mieles, en el cual nos anclamos como peces en el río de tu savia, hemos estado y estaremos por siempre, más allá de cualquier distancia inventada por quienes no saben qué marejadas de amor circulan por el cordón del universo, por los pistilos del aire, por las hondonadas del beso, que estampamos indeleble, en la zafra de tus días.
foto y texto
mery sananes
15 de enero del 2012
10 comentarios:
Esta muy bien el blog, no lo conocía hasta ahora, me pasaré más a menudo a leerlo. Aprovecho para felicitarte el 2012, un saludo!!
Mery, este escrito es profundo, bello, tierno, alegre. poético, conmovedor pero también, y no sé porqué, termina desgarrando. Debe ser por lo de la dura vida de hoy vista en el mañana. Quien sabe...
Micaela
Qué hermoso profesora !
Nelson Alvarado
Gracias, Nelson, los hijos son los hijos.
sabia
Rosina Valcárcel
GRACIAS PROFESORA, ES MARAVILLOSAMENTE HERMOSO!!! UN GRAN SALUDO!!
Rafael Lemus
Gracias, Rafael y Rosina. Mi escritura pasa por vuestra ternura y eso la nutre.
Hermoso y poderoso el amor que lanzas al viento con tu poema para que volando llegue al primer destinatario y luego a dos otros y finalmente a todos los que nos enriquecemos con tus escritos, mensajes, poemas y cantos
"Ay del que cree que un cordón se corta. Sólo cambia el cauce del amor. Ay del que piensa que un hijo se aleja. Sólo se hace diferente la contextura del lazo. Ay del que intenta separar la semilla del tallo, el tallo del árbol, la hoja de la rama, la tierra de la mano que la aborda para sembrarle florerías". ¿Cuándo un padre escribirá algo semejante"...
Carlos Morales
Esto es verdaderamente conmovedor querida Mery!!!!! Hay tanto amor en estas palabras...tanto amor, tanta verdad!!!! Un texto hermoso y, al mismo tiempo implacable. Quién lea, paladee y mastique estas líneas no quedará indiferente ante la aplastante certitud que expones en esta poesía tan hermosa...Sólo deseo que la inspiración de este "Tiempo de Arcilla" crezca sabiendo el amor incondicional que su familia le profesa, y que nunca lo olvide!
Los quiero mucho y les deseo lo mejor....
Un abrazo inmenso...
Ali
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