lunes, febrero 17, 2014
LAS MADRES PAREN HIJOS,NO CONDICIONES
Oswaldo Guayasamín
LAS MADRES PAREN HIJOS
NO CONDICIONES
Mery Sananes
Las
madres paren hijos, no sus condiciones y sentir. No son las madres quienes
están detrás de asesinos o torturadores.
Estos surgen de y en una sociedad
que, en su llamado desarrollo, sólo se ha dedicado a perfeccionar sus
maquinarias de destrucción.
Hasta
hoy nuestra historia se rige por una violencia que en el tiempo-espacio ha proporcionado excelentes beneficios a las
minorías y convertido al hombre en
material desechable y prescindible.
LA VIOLENCIA
REQUIERE TANTO DE LOS MASACRADOS COMO
DE SUS
EJECUTORES
Y
para lograrlo requieren tanto de los masacrados como de la acción de los
ejecutores, del que dispara el arma homicida y se regocija cínica y
despiadadamente con causar el mayor dolor y daño a quien cae bajo el peso de su
transitorio poder.
Y
cuando una sociedad, regida por un Estado de y para la delincuencia, conduce
a los malheridos y torturados a la
condición de torturadores, los perseguidos en perseguidores, los rebeldes en
opresores, es porque su quiebre ético-moral y humano-espiritual es
verdaderamente profundo.
EL HORROR SE
INSTALA COMO UN INGREDIENTE
NATURAL DE UN
NO VIVIR
Se
produce una ruptura con los valores de la vida que sobrepasa los límites del
asombro. Y el horror se instala como un ingrediente natural de un vivir
desasistido de toda humanidad. Y esa es nuestra historia: masacradores y
masacrados se turnan en el ejercicio de
la más penosa acción.
¿Podrá
detenerse alguna vez este círculo de la antivida? Tenemos la certeza de
que la violencia no es la respuesta. No
hay lugar donde la violencia haya impulsado la aparición de una sociedad para
el andar, el crecer y la creación.
NECESARIO
VOLVER A LA ESENCIA DEL PROPIO EXISTIR
QUE NOS FUE
OTORGADO
Necesario
volver sobre la esencia del propio
existir que nos fue otorgado, y que aún no reconocemos. Sobre esa conciencia
que nos permita cumplir con un código como el que pregonaba Pío Tamayo: deber
de mejoramiento moral para con nosotros mismos; deber de ternura para con los
nuestros, y deber, gran deber de solidaridad y sacrificio para con la
humanidad.
Sólo
con esa fuerza que proviene del interior del corazón del hombre capaz de
trascender la condición de agente de y por la masacre, es como se podrá detener
el horror en el que estamos sumergidos y
del cual somos también responsables.
HACIA UN
HOMBRE-COLECTIVO CON VOCACIÓN DE HUMANIDAD
Y
ojalá logremos ejercer esa fuerza colectivamente, antes de que ya no sea
posible pensar siquiera en el rescate de un hombre, que se hundió en la más
primaria y desconcertante destrucción.
No
es hora de lamentos o mitos, engaños o falsas alegrías. Es tiempo de poner a un
lado todas las formas de muerte, de destrucción y letargos para darle entrada a
las posibilidades que nos conduzcan a la creación de una historia y una
sociedad diferentes.
De
un hombre-colectivo con vocación de humanidad. De una madre que al fin pueda parir hijos para la vida y
no para entregárselos a los negociantes, torturadores y asesinos del momento.
17 de febrero del 2014
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