PALABRAS CONJUGADAS
UN LIBRO DE ASOMBROS Y SILENCIOS
Ramón Santaella
La
poeta Mery no solo conjuga la palabra para definir la acción mediante la
crítica construida desde hace buen tiempo, ha sido capaz de descifrar la
ansiedad por hacer y el compromiso en los quehaceres del hombre como un todo
socio-político, trascendido en este manojo de versos; pero, va más allá y propaga
poses del pensamiento que forja pasiones, transformadas en sentimientos,
miradas, asombros y exigencias en un contexto que tiene por objeto (nos atrevemos a conjugar su verbo), adornar
la crítica en el mandato férreo hacia una conjugación de acciones políticas y
sociales contrarias a las crisis y penas de la sociedad que nos compete.
"Palabras Conjugadas” es fuente alimentaria de
ideas, hechos e imágenes “ocultas” en los pensares del silencio, donde se
medita y reflexiona la armonía deseada contra el mar de contradicciones concretas
que a diario nos espantan, causa de desvaríos o extravíos de conciencia que
actúan como anti propósito del encuentro humano y socio-político requerido o
acordado.
“Un manojo de versos” dispuestos en el sentido
denuncia a los “escombros generados por la voz que se fractura en la escritura”,
cuando se pretende reemplazar el canto de los amaneceres cargado de esperanzas.
Manojo
recurrente de sueños por ser más y mejor de lo que somos, donde el imaginario y
la esperanza se vierten en miradas infantiles cargadas de interrogantes por el
futuro “acordado” en un marco de orfandad exacerbado.
¿Acaso, una protesta cotidiana
como silenciada ante las perversas decisiones del poder, el hambre y la miseria,
contradiciendo la alegría y agradecimiento a la vida con cada amanecer?
La poesía de Mery se conjuga
desde la mirada atónita de los niños, por los avatares de una existencia impropia
como impuesta, “deshilando” como ella misma asume el asombro, para no decir deshilachado,
entre la realidad específica del contexto histórico y la realidad imaginada
como deseo y derecho estrictamente humano.
La poeta propone la
“necesidad” de crear una atmósfera de resistencia al olvido y al engaño
infantil disfrazado de falsas promesas y esperanzas que maduradas en el tiempo
trastocan conducta, mente y la acción futura del hombre que luego se confunde
en el proceso que induce a la “conjugación de la palabra” como principios y
valores; su poesía se yergue hermenéutica con cada propuesta inmersa en la crítica
asumida.
Lo cierto es que Mery no solo
invita a conjugar la palabra, propone estudiar y comprender la mirada del niño para poder interpretar al hombre
en la conjugación ciudadana, así como los hechos que permiten reconocer al
mismo tiempo, el “aluvión de sus reclamos” a la familia y a la sociedad en
general como a los gobiernos de turno, por una mejor calidad de vida.
Un reclamo conjugado, sin tiempo
preciso, dada la generalidad, que parece hacerse infinita en el andar.
Entonces, la “imaginaria” aguarda
en el gerundio el comportamiento del hombre que fabrica esperanzas más allá de
los silencios.
“Conjugaciones” es su primera
expresión poética de ahora y de siempre, un cruce de ideas que conectan lo
consciente, con lo histórico, lo imaginario, lo deducible, lo inductivo,
procesado hermenéuticamente. La crítica y la propuesta, las vías que asume como
posible solución a la ansiedad y la desesperanza, sin negar “el asombro y los
secretos del corazón”.
Lo expresado acorrala más que la
verdad, las verdades, tristezas y ansiedades de Mery, más allá incluso, de la
palabra encontrada “en el viento mientras hurgaba en la circunferencia solar de
las sombras” y por qué no, ¡de los asombros!
Tal vez, la poeta reclama un
derecho negado, a sabiendas que los derechos ni se extravían, ni se olvidan; a
menos que sea impuesto por los ejercicios del poder o se manifieste
intencionalidad planificada. Entonces, nos quedamos con el primero de sus
versos:
“Fracturada la voz,
la escritura no es más
que una partitura de
escombros jugando
a ser canto” (11).
¿Interpretaciones?, ¡muchas!,
es como si la poeta emitiera fallo en un juicio celebrado en contra de las
relaciones humanas en la sociedad que como la palabra denuncia, se deshilacha
día a día como verdad histórica.
Un juicio sin tiempo preciso que
involucra presente y futuro; un fallo que trasciende los propósitos de las
relaciones humanas extraviadas.
¿Acaso, proyección o asociación
de inestabilidades en el comportamiento de la humanidad, más allá de las
ocasionadas por las prácticas de poder?
¿Acaso, la conjugación de la
palabra amor, la mirada penetrante y asustada del niño en actitud implorante o
el recurso de instrumentos musicales, contenidos en muchos de los versos de Mery en
tiempo infinito, son herramientas suficientes para la propuesta o vía
trascendente por comprender y calmar los temores y horrores relacionados con
las crisis que amenazan a buena parte de
la humanidad?
No obstante, ¿Cómo trascender
la humanidad a un tiempo infinito, más allá de la “conjugación de la palabra”
que lo contiene, más allá de su presente que no sea por intermedio de la poesía?
No debe haber pensamiento sin
palabras, porque aún a ellas se debe la creación de los silencios y aun en el
silencio mismo de la ausencia, por confundida, se encuentra ante la nada; razón
por la cual (interpretamos), Mery propone la “conjugación de la palabra” como necesidad
de acción permanente, trasponiendo el criterio de tiempo determinado, a lo
infinito.
Y ante los desastres de las
guerras, las crisis políticas, económicas y sociales que entristecen y apenan
al mundo, la poeta reclama espacio [y tiempo] para la “simiente de un abrazo”, ante
lo ocupado que estamos “en hazañas de vacía rebeldía”; entonces, la palabra se
“deshila” como ella apunta, y se convierte en bala, en hambruna, en miseria,
amenaza policíaca o voz de mando de las “guardias del pueblo”.
Este mismo pueblo que pareciera
ignorar como “conjugar la palabra” y es sumergido en el “misterio” cuando “deshilada” aquella se convierte en
muerte. No atinamos convertirla en semilla, sinónimo de crecimiento y calidad
de vida que según la realidad, se convertiría en asombros, tal como expresa Mery
en “Perplejidades” (a Pedro Mir): “No sabemos ya ni como recoger los pedazos de
lo que fuimos de tanto desgranar asombros” (22).
¿Acaso puede haber una manera
más poética de conjugar la palabra historia en el acontecer actual y
cotidiano en nuestro país, cuando el tiempo se convierte en musa-crisis y el
espacio es asiento o testigo de decisiones y sorpresas de toda índole?
Pero, las quejas de Mery
asumen tiempo y espacio en la ciudad que la vio nacer y crecer: “El redil de la
tristeza” pinta sin lienzo ni pinceles la sobrevivencia de Caracas en muchas de
sus particularidades hombre-ciudad como también asume el clamor ante las cosas
desaparecidas. Un pequeño verso de su manojo ofertado sintetiza el todo referenciado:
"Y la ciudad se ha ido con nosotros
a los vagones del vacío que no
arriban a horizonte alguno”
(25).
Si bien, los caraqueños de
otra época recordaban con tristeza el tiempo de la ciudad de los techos rojos,
el Guaire con sus nutrias rojas en busca de peces y los sembradíos de caña y
hortalizas; hoy se llora la ciudad perdida en los “vagones del vacío”, ante el
asombro causado por un tumulto delincuencial que armoniza en el espacio con
procedimientos policiales en busca de mayor sustento y una guardia nacional
“protectora” de la vida ciudadana, mientras hambruna y miseria, hacen el resto,
más allá de “colas” humanas que lo denuncian todo.
Entonces, parafraseando el
sentido de la poesía propuesta, la palabra, más que conjugada, se ha de doblar
sobre sí misma, para convertirse en “susurro y buscar cobijo en el corazón” de
los silencios “para quedar inadvertida (Partita para una flor, 44).
No obstante, hay algo más, la
palabra en la poesía ofrecida, también se yergue acusadora, más allá de los
ayees del silencio “en el que nadie escucha el llanto del otro, ocupado como
está en escribir la historia de su propia furia” (Esta hora seca, 58).
¿Acaso nos pudiera asombrar la
postura autocrítica de la poeta, cuando
prácticamente las dos primeras terceras partes del manojo de poemas ofertados, lo
percibimos como escondrijo de palabras conjugadas?, el canto de Mery está
preñado de furias disuelta en críticas, reclamos, ansiedades, tristezas, más
que alegrías y recomendaciones soterradas, más allá de la armonía de la rima y
la composición.
En “Seres sin canto”, la poeta
involucra a uno cualquiera de los hombres como a todos en la historia
expropiada de su trama, de su particularidad universal y “coloca la vida en el
exhausto corredor de la noche” (65).
Entonces, ese manojo de versos
estructurado en mensaje, nos conduce al “Despertar”, donde la poeta parece
resumirse en un mundo que recoge la
síntesis de las 69 páginas anteriores del texto, no porque se olvide del niño,
del amor, de los alegros y de cuanto instrumento musical aparece en sus versos;
es simplemente la conversión del discurso poético en demanda de la reflexión en
el hombre de compromiso y responsabilidad:
“DESPERTAR”
“Hemos vivido suspendidos
en la
víspera
sin
darnos cuenta que había
que
cabalgar
hacia un despertar que
aún tenemos distante y en
manos perdidas que nada
tienen que ofrecer
ni resguardar”. (70)
A partir de acá, la poeta
parece tomarse un tiempo de reposo, es el momento de pensar en otros guerreros
y su recuerdo se dirige a Van Gogh, Efraín Huerta, Pedro Veyrat, César Vallejo,
Antonio Machado y Octavio Paz, una especie de metáfora en el silencio, más que
desarmonía de la vida o negación de la nada y ya en el encuentro con el final
de este manojo de versos, la palabra conjugada parece arrullarse en un
pentagrama, donde la armonía de la composición entrelaza un aluvión de
expresiones para revivir la tristeza como algo residual de la denuncia
realizada, mientras la poeta acude al silencio y la lluvia en condición de
complementos sustantivos, invitando al hombre a ser y vivir, para evitar el
deshilar de las palabras en el encuentro con la realidad..
Ramón Santaella Yegres
Octubre 2016
Mery Sananes
Palabras Conjugadas
ediciones cátedra pío tamayo
colección / recados del sol
caracas, junio 2016
portada y dibujos / antonio cabezas
montaje y diagramación / rodrigo gómez millán
editor responsable / danielita barrolleta
96 p.
Información
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