Una pequeña carta para
César Augusto: Mi Padre, Amigo y Maestro
César Augusto, ¡Aquí estoy y estaré contigo! Es muy difícil expresar en
este momento, todo lo que siento. Pero vengo a darte mi saludo y el abrazo de
siempre. Porque tú formas parte de esa gente especial de la que uno jamás se
desprende por las huellas que nos han dejado y que nos marcan la vida.
Desde hace 22 años compartimos buena parte de la vida humano-profesional. Y no fuiste sólo mi mentor, mi maestro, consejero y protector. también actuaste como mi padre, con una relación profunda y muy cercana en lo humano-espiritual que llenó de valores, principios y una inquebrantable convicción sobre el andar que es propio de la vida que marcha unida a la de todo aquel que requiera de nosotros el más mínimo apoyo.
Tengo en el registro de tus enseñanzas César Augusto, tu férreo orden de
prioridades la necesidad de adquirir la formación, decisión y carácter para portar
y mantener una conducta alejada totalmente del más mínimo gesto de una
actuación reprochable, por todo signo cercano a cualquier síntoma de corrupción,
que apunte hacia la anti ética capaz de marcar los pasos de lo humano y lo
profesional.
Tu clara y edificante labor del cada día fue y sigue siendo para mí, un
ejemplo en cada cosa que hago. Desde entender por qué el maestro llegaba a las
5:30 am a la oficina -sin razón aparente- y luego captar y asumir que este
extraordinario ser humano actuaba de esta manera, porque consideraba
indispensable mostrar en todo momento, la disciplina y la responsabilidad como
algo sagrado.
César Augusto, en el marco de cualquier realidad fuiste de un proceder
intachable. Y por eso para ti, era y es imposible separar tu labor como médico
de tu hacer como oficiante de y para la mejor condición y sentir humano. En este sentidoy direción, te vimos como
líder indiscutible de una familia por la que habrías dado la vida las veces que
hiciese falta, y cuyo máximo deseo era mantenerla unida y cohesionada para garantizar su bienestar. Un objetivo que siempre lograste, sin descartar ningún tipo de
recurso.
Tengo grabada en mi alma la impronta de las larguísimas horas de
conversación y de intercambio de ideas que tuvimos y que continuaremos.
Terminamos abrazando los mismos ideales y yo convirtiéndome en una réplica que
intenta acercarse a la envergadura de tu legado, a través de la manera en que ejerzo
la crianza de mi hija. Y por eso le guío y enseño para que se forme como un ser
humano del bien vivir que se proyecte hasta los tiempos de infinito.
Cesar Augusto, tú vives en mi corazón y en el de todos los que te aman
con permanente devoción. Eres inspiración para todos los tuyos en la tarea nada
fácil de conformamos como seres cada día mejores y dispuestos a apoyarnos en
ti, en tu siembra de creación, honestidad, belleza y amor que dejaste en
nosotros y que nos seguirás brindando donde quiera que hoy continúe tu
existencia.
César Augusto, tengo la más plena convicción de que el mejor homenaje
que podemos rendirte es mantener viva tu fe, tu carácter y empeño unificador, y
tenacidad indescriptible por mantener y avanzar hacia el mejor vivir. Una
persona extraordinaria que hizo todo desde el amor.
Fuiste para mí una guía que me acompaña cada día que me levanto a las
4:15 de la mañana y cada vez que veo los ojos de mi hija, tu nieta amada.
Sigues entre nosotros como siempre y tu legado vive como nunca entre todos los
que tenemos el privilegio de ser parte de tu familia.
César Augusto, ¡este, tu hijo, alumno y amigo estará por siempre contigo
donde quiera que estés, para ver crecer las huellas de tus enseñanzas y de cada uno de los pasos que das en el tránsito hacia la permanente existencia, tú propia eternidad!
Juan Jorge Blanco Sananes
Miami, 21-07-25