Dígame quienes no indagan en la risa de un niño el nicho de misterios que guardan los asombros que le amanecen cada día
adheridos a sus párpados
Dígame quienes orbitan en el centro de sí mismos ofuscados por la claridad que no divisan más allá de sus pasos presurosos para que ningún espejo les devuelva el vacío gigante del cual están hechos
Dígame quienes esgrimen demonios y fuegos para zaherir a quienes no se saben de otra sumisión que la que dictamina la vida en su trayectoria hacia el azul
Dígame tanta nada para ir al encuentro de todo en la encrucijada de los sacerdocios que jamás han divisado la flor del milagro en el corazón de una bromelia
Dígame la hipótesis de una tristeza dibujada en el dintel de un adios que jamás habrá de producirse mientras perdure en el día el espacio incandescente de una lágrima en busca de su lecho de sal
Dígame la inutilidad de una herida que no trasiega despedidas a pesar del paisaje que quiebra el acero en su desmedido empeño de una justicia que nada sabe de dioses sino de las acomodadas estaciones de la silenciosa orfandad del hombre
Dígame qué desafuero contra la piel de un jazmín la espina de un pájaro en vuelo hacia su nido el aguijón de una abeja enseñoreado en el diminuto universo del polen que le regalan
cada noche los gaticos que bajan del cielo enamorados de los chocolates que siembran en el paladar de una sonrisa las mariposas del amor
ms
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