sábado, noviembre 09, 2013

ABRIREMOS OTRA VEZ LOS AMANECERES





Alexis

Siempre quisiera uno escribir cartas cuya algarabía se desborde de sus márgenes y alcance al destinatario para hacerlo sonreir, sin otra excusa que las ganas de un abrazo cálido y permanente.

Tal vez ha sido la manera de comunicarnos desde los tiempos largos en los que nos conocimos. Una alegría que nunca perdimos, a pesar de que en medio de ella, lo que más nos aproximó fue el dolor.

Imposible olvidar aquel día en que se nos fue la Chili. No habia cómo comprender. El silencio se convirtió en una especie de sinfonía de instrumentos mudos, queriendo arribar a las contracciones del corazón.

Y desde entonces los lazos se sellaron en el atril de la tristeza, aunque sabíamos del abrir a plenitud de las alas para cobijar a los hijos que nos quedaban colgados de un absurdo.

Sin embargo nunca pensamos que aquel torrente de oscuridades tocaría de nuevo el umbral de nuestras esperanzas renacidas. Y ocurrió, hiriendo doblemente el corazón desasistido. Se nos fue cuando acababa de llegar, cuando ya había inscrito en los días sus rituales del amor, su torrente de risas. Y le quebró el torso a la hija, al dejar entre sus manos solo los hilos del nido que comenzaba a enhebrar.

Cómo resonó aquel dolor repetido y multiplicado. Y Belkis y tú, fortalecidos, se irguieron como un maguey florecido para quitarle toda sordina al viento y dejar que recomenzara la vida.

Y lo lograron. Como se alcanza los deseos en este mundo invertido, en este tránsito roto, en estos tiempos ennochecidos y sin luna.

Con la sola esperanza de los días porvenir, de ver multiplicados en los hijos las risas que nos robaron sin aviso ni contingencia.

Ay! Alexis, hermano del alma y de la vida, un nuevo golpe vino a resonar en tu pecho curtido ya de penas. Esta vez fue el hermano, ese hermano de quien siempre hablabas, al que te aferrabas, como la piedra al río.

Qué decirte entonces que no te haya dicho. Qué lágrima entregarte que no hayamos ya derramado. Qué fortaleza que ya no hayamos ejercido en ese afán de no dejarnos socavar por dureza alguna.

Sin embargo, necesito alcanzarte con el abrazo que dejé guindado de tus manos, la última vez que nos vimos. Requiero que sepas que no he estado jamás ausente de tus días.

Y que en el suspiro propio, entrecortado, contengo al tuyo y a la vez lo libero, porque aún no concluye nuestra estación de tierra, ni acaba nuestro deber de amor.

A él estamos atado desde antes de nuestro nacimiento y lo estaremos después que hayamos ido a parar a los albergues celestes, en los cuales la energía tiene el destello de una estrella fugaz, en un cielo habitado por millones de vías lácteas.

Sembramos hijos y nunca dejaremos ni podemos dejar de ser jardineros, hortelanos, cosechadores de florerías. Y las que he sacado desde mi propio sembradío de lágrimas, te las entrego aquí envueltas en estas palabras que aún perteneciendo al silencio, tienen la sonoridad de un violonchelo.

Te quiero Alexis. Y necesito que una vez más emerjas  fortalecido de este nuevo tránsito por los canjilones de la tristeza, para que tu humanidad  siga siendo el pilar de las sonrisas que estamos obligados a construir aún  desde la hondura imprevisible de los acantilados.

Aún tenemos que entregarle lecciones al aire. Bordarle suturas a los amaneceres. Tejer guirnaldas con el canto de los pájaros. Arribar a la estación de los crecientes sin quedarnos en los umbrales de la penumbra.

Todavía queda la vida anclada al costillar, a la línea recta de un corazón desbocado, al cordón por donde alguna vez corrió libre y sin atavíos, la risa de los colibríes.

Aún queda muchísimo por hacer, en tu escuela de idealidad avanzada, en tus aulas de libros abiertos, en tus navegaciones por el horizonte de las aguas. En el paladar de los hijos y los hijos de los hijos.

Déjame recostarme en tus silencios y entre ambos abrir otra vez los amaneceres.

Muuucho,

mery
21 de octubre del 2013



1 comentario:

FRANCISCO PINZÓN BEDOYA dijo...

Esas filias tan bellas... me emocionan

Un abrazo Mery