de hogazas recolectando ilusiones
en el patio donde maduran las
granadas y se escancian como lluvia
las guayabas
de maíz que conviertes en frugal
sustento de los amaneceres
tu mecedora desenredando
para siempre adherida a tus caricias
a consagrar las memorias de las horas
en los que aún se escuchaba el silbato
de un tren estacionado en el andén de
los olvidos
ibas repartiendo la savia dúlcima de
tu propio corazón a todo transeúnte que
se detuviera sediento frente a la sombra
de tu almendrón
alas de una flor labrándole
filigranas a las piedras recolectando
alegrías en el lecho de los días
ristra de cambures puestos al sol y
al sereno para que luego fuesen a
saciar el ansia de abrazos de un hijo
cuya alegría se fugó contigo desde
entonces
tiempos atribulados de oscuros ensañamientos
buscando mitigar la lágrima que quedo
anclada como un océano en los linderos
de un párpado ennochecido
nos ofrendas como un encantamiento
esparciendo en la noche el perfume de
todas las alegrías que quedan pendientes
y que tú resguardas dobladas en la
elipsis de un pañuelo tan infinito como
tus huellas sobre la piel del universo
sobre la mansedumbre de esta tristeza
sembrada en el paladar de la vida
mery sananes
08 de agosto del 2014
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