jueves, mayo 14, 2015

UN ALMÁCIGO EN LOS HUERTOS DEL VIENTO


para ildemaro torres



Ildemaro

Estas palabras estaban en camino desde que supimos lo de tu madre. Y no hizo falta verte para advertir cómo en tu rostro plácido y armonioso, se dibujaba el trayecto de una respiración más prolongada que todas las anteriores. Y el abrazo fue hacia ti.

Siempre has privilegiado la cadencia sobre el tumulto, el afecto sobre lo desavenido, los hilos conductores del alma sobre los caminos trazados por otros. Y todo eso te da un salvoconducto para avanzar más allá de las irrupciones de este vivir tan convulsionado y devastador.

Desde nuestro primer contacto contigo, hace más de tres décadas, nos entregaste con creces las señales de tu bonhomía, tu sentir reflexivo, tu capacidad para ver más allá de ese corto plazo en que suelen moverse tantos. Y apostaste al porvenir con la Cátedra Pío Tamayo.

Nació así, más que la relación con un Director de Cultura, el afecto hacia un amigo siempre presente en lo oscuro y lo luminoso. Hace poco volvimos a encontrarte en el festejo de los 30 años de la CPT. Y allí estaba tu rostro sereno y apacible, dibujado con una sonrisa, más que para recibir nuestro agradecimiento, para expresar tu sentir entre nosotros.

Qué mejor y más hermoso testimonio de un afecto generado en la permanencia, la fraternidad y ese compartir de ilusiones por un tiempo y un mejor vivir.

Y hoy, cuando recibimos la noticia del adiós de tu madre, sentimos la necesidad de llegar hasta ti porque sabemos que cualquiera sea el tiempo  o la circunstancia, ese instante en el que  quien nos hizo germinar, se marcha hacia otras latitudes, se convierte en un estruendo, un estallido que no conocíamos.  Como si algo de pronto rasgara el horizonte y la luna decidiera quedarse en las sombras.

Hasta que uno comienza lenta y pausadamente a reconstruir los días vividos. Y ese trayecto de regazo y cobijo se vuelve incandescencia. Dejamos entonces que otros se encarguen de los ceremoniales, porque ya nosotros nos hemos ido con ella hacia los altísimos sitiales del siempre.

Porque conociéndote, como te conocemos, Ildemaro, sabemos con certeza que ya tu madre y tú encontraron nuevas formas de hacerse compañía y de permanecer como el brote mágico de un almácigo en los huertos del viento.

Pero ocurre que en medio de este estremecimiento, hizo acto de presencia la noticia de la ausencia de quien siempre sentiste y sentirás como tu hermano mayor. Y de nuevo tu respiración buscó la profundidad para aceptar que tu amigo y  compañero de tantas andanzas de pincel, humor y vida, también había partido para territorios del infinito amor.

Y pienso, Ildemaro, que un rayo de alegría se te dibujó en el alma al pensar en el encuentro entre tu madre y Pedro León Zapata,  tan cercano a todo tu deambular por la vida  de certezas, entregas y trascendencia.

Por todo esto, ahora las palabras quieren ser sólo agua de riego, estrella fugaz, cielo encandilado para celebrar contigo la permanencia del amor en todos los cielos de la existencia.

Ildemaro, va mi querer de siempre para ti y para Sonia.

mery
marzo del 2015

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