sábado, agosto 29, 2015
DON ANSELMO, EL CULTIVADOR
jaced
Don Anselmo se nos fue a buscar a su Julia en este
tiempo de veranos y lluvias. En su silleta, contemplando el solar que cobijó
todos sus sueños, el dolor que agitaba e inmovilizaba su rodilla de pronto se
subió a su costado más vulnerable y en el silencio de un trueno, que aún no había arribado, se quedó
fijo mirando el horizonte. Un pocillo de café quedó pendiente.
Y un silencio de trinos se acopló a la mañana. Sus ojos se quedaron para siempre grabados en
los nuestros.Y sus sabrosas cuenterías forman parte de una memoria que habremos
de rescatar.
Un hombre de caminos y de surcos. De granos y de
pan de horno. De fogón de tierra y vasijas de agua para calmar la sed de los
onotales. Una estirpe que va desapareciendo, de palabra y de haceres. De una
sola pieza, como piedra de montaña, o un cuarzo resplandeciente.
Se sabía todos los secretos de las noches, del
tiempo de los ciruelos y el estallido de las espigas. En sus manos estaba
escrita la historia vegetal del planeta. Y en su corazón anidaba el dulzor de
las chirimoyas como una ofrenda a los transeúntes.
En su hablar lento y cadencioso, su mirada pícara
de adolescente enamorado, podia registrar el origen de toda epopeya y el lirismo
de las estrellas más lejanas.
La palabra era para él una siembra más en su vano intento
de hacer florecer ternezas en el alma atribulada de los hombres desechos. Su
legado está en el porvenir.
Y jamás lo despediremos porque con nosotros se
queda como uno de nuestros más preciados dones del vivir compartido y amorosos.
Este texto de Jaced recoge con hermosura y estremecimiento la
imagen de Don Anselmo. Lo traemos de su blog (elvuelodelazulejo.blogspot.com) para compartirlo en estas
Embusterías que son su habitat genético. ms
En
este tiempo oscuro
trabajo
duro. Vida dura.
Ahora
solos quedan
la
silla, la hamaca y el bastón
testigos
de tu lucha para vivir
y
entre ellos sigue la conversa
como
nube flotando pero
aleteos
de aires inquietos llevan
espigares
y hojeares de maíz
que
solo quieren vivir
El
silencio aliado con el que se marcha
para
hacer aún más silente su partida y
el
viento moviéndose nervioso agita a
los
árboles que en sus copas retienen
el
mensaje que forcejea para zafarse
volar
a entregar su noticia contenida
pero
en esos aires inquietos
suenan
penas como quejidos
¡qué
vaina! ¡pero, qué vaina!
Y
una hoja doblada pero aún viva
de
maíz se extiende sobre esta tierra
cada
vez más seca y agria para cultivar
pero
otras de vuelos vivos envainando
jojotos
tiernos y maduros ascienden como
cometas
buscando las dimensiones azules
es
el cultivador buscando donde no haya
tierras
que padezcan de aridez y acritud
y
de ellas pastoreando rebaños de nubes
su
lluvia fertilizadora hace caer para
mitigar
ésta sed tan milenaria de la tierra.
Y
sigan los surcos de plantas vivas de maíz
¡qué
se eleve la vida en manos agricultoras!
Pero
es inevitable que los conucos de maíz tan amorosamente cultivados eleven sus
hojas teñidas de pesares por la ausencia de manos cultivadoras, pero también
esas mismas hojas habrán de alzar en vuelos sus espigas de alegrías que atenúen
la pena, anunciando que siempre habrán manos recolectoras de jojotos, de vainas
de granos, chirimoyas. Y otras, junto a las mismas manos, para amasar la masa
para las cachapas y cocer los granos. Porque la labranza de tierras habrá de
continuar bajo el influjo de sus fuerzas vitales.
Y
el arrendajo tan hábido imitador de cantares de pájaros guarda silencio, y sus
ojillos amarillos inquietos otean los horizontes ante la tardanza de los
inviernos. Y también los cantos de chicharras, ahondando el silencio. Y el
cigarrón con su compañera no quieren salir de su cueva, mirando el acontecer
desde su penumbra. Y allá, cerca el correr de la quebrada caudalosa, aminora
como un lento adagio, su canto rumor de aguas, un tanto melancólico. Y son
pausas que llaman a mirar el camino por dónde van los pasos del cultivador,
quién después de tanto lucha por mantener en pie su vida, ahora, obligado debe
marchar a otras tierras aunque azules. Y ¿volverá junto a los inviernos para
seguir sembrando?
Y
él, con ellos piden al viento sus emisarias brisas para que acarreen las
lloviznas de rocíos que atenúen la aridez y acritud de la tierra, y así, los
surcos puedan seguir fértiles, para que cuando vuelvan los inviernos los
plantíos continúen sus cosechares de maíces tiernos, y se aviven las esperanzas
de que no faltarán las cachapas. Pero ¿vendrán también las manos del
cultivador? Y de esta manera los tantos anhelos que al viento lanzó el
cultivador seguirán siempre vivos.
Y
los conucos están mustios
sus
espigares contemplan en silencios
y
los pericos no comen las mazorcas
solo
parecen contemplar el danzar
de
las espigas por el soplo de las brisas
¿habrá
la tan esperada cosecha?
pero
tercos perviven las plantas de maíz
de
quinchonchos y de caraotas con florecitas lilas
que
esperan los inviernos que él llamó con tanto ardor
y
sus manos con grietas semejando a surcos de la tierra
emanan
anhelos de cultivo de esos conucos de su corazón
y
allá en el quieto rancho como esperando flota en ondas
aquel
pillar de polluelos de pavos y gallinas picoteando la tierra
Pero
tierras, pájaros y conucos, cuéntenos ¿qué ha pasado? Rebelión en los surcos
porque el apasionado cultivador de tierras feraces suspende su azadón, aunque
su gran amor, la naturaleza, está con él; el contador de cuentos de arrendajos
que imitan al canto de otros pájaros y el de aparecidos en carreteras para
apurar a los viajeros, deja en el aire su voz; el quién ensilla el burro, bajo
el alba, por su trocha acostumbrada se va a cultivar al conuco; el que mira
hacia la enramada para oír el canto florido del turpial porfiando con los
silbidos del azulejo; aquél caminante de bastón de palo, su fiel compañero en
su andar, que de tanto uso ha grabado las huellas de sus manos; el del rezo
oportuno con la ramita medicinal para curar dolencias; el padre y el abuelo
de muchos nietos, hoy sereno, mirando largo su conuco, con su
acostumbrado sonreír, viaja entre los hojeares de maíz de sus plantares,
cultivados con tanto amor. Y se fue a unirse a su compañera Julia, otra
fruticultora de conucos de la vida.
Y
el derecho inviolable a la vida, obliga preguntar ¿por qué les cortaron sus
ganas de vivir? ¿Quién impone dictadura voluntad contra la voluntad de amor del
que solo quiere vivir su ciclo de vida? Denuncio, rechazo, acuso ante el
tribunal de la verdad, del amor, de la justicia y de la belleza, a aquél o
aquellos que solo existen para romper los ciclos de la vida, atentando
infraganti contra ese derecho. ¿cuándo cesar la violencia cualquiera que ella
sea? Algún día vendrá la sentencia!
Don
Anselmo
cultivador
de tierras y sueños
bajo
aquellas lunas menguantes
y
crecientes hacia plenilunios
el
contador de cuentos con divertidas ocurrencias
el
de manos sanadoras con pasión de entrega
el
gran conversador para entretener las noches
el
padre de queridos hijos y abuelo de tantos nietos
él
humilde como barca de madera sencillamente
leva
anclas navegantes hacia regiones azules
pero
¿hasta cuándo el exilio de seres que amamos?
¿por
qué se les obliga partir violentando su voluntad?
Y
Don Anselmo, amigo querido, quién me arrancó tanto reíres, y también ríe con
mis embustes, permítame aprovechar tú obligado viaje para pedirte con ardor que
lleve mi saludo de amor a tú fiel y amada Julia, a mi querida madre Carmen
Susana, y a tantísimas madres que antes que tú tuvieron también que partir:
inmenso nido de madres que ahora es tú reino. Sé que en los inviernos tardíos seguiremos
conversando.
jaced
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JACED - Memoriales - Don Anselmo
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