Este cuento lo escribió Zaira para repartirlo, como hace con todo lo que
pasa por sus manos y su corazón. Es su naturaleza, como la del sol que calienta
la tierra o la luna que enamora las noches. Pero su historia no puede considerarse
ficción, porque ya antes y muchas veces más, ha realizado transfiguraciones
similares.
En una oportunidad cayó en sus manos, tal como la estrellita, un colibrí
a punto de morir. Y ella hizo lo mismo. Su maquinaria de magias se puso a
funcionar, y abrazó aquel colibrí, como lo hizo con la estrellita, para que con
su calor, le devolviera la vida. Y así lo logró. El colibrí, una vez restablecido
y nutrido, la miró, como se mira a los seres hechos de luz, y se alejó volando.
La estrellita se la llevó la luna para ubicarla de nuevo en su residencia
estelar. El colibrí se marchó con la tarea de seguir haciendo eterna su
especie.
Hoy, tal vez ataviada de esas noches en las cuales la luna juega a
esconderse para cederle el mayor protagonismo a las estrellas, las grandes y
pequeñas, las más brillantes y las que arman geometrías para dibujarle
constelaciones al cielo, me regala esta cuentería, que sólo nos dice cómo en las
manos de Zaira, les gusta acurrucarse a los colibríes y a las estrellitas
perdidas.
Pero si eso no fuera suficiente, anoche al asomarme a la noche, hubo un
lucerito que me hizo señas, danzaba en la noche, sin moverse de sitio, como si
llevara en su interior una cajita de música entonando un vals. Me detuve frente
a esa estrella y me dije: esta es exactamente la que me acaba de regalar Zaira.
Y la confirmación vino porque antes no había podido capturar su titilar en una
fotografía. Sin embargo, sorpresiva y mágicamente, ella apareció como un
milagro, perla en el cielo, regalo cósmico, para que el cuento de Zaira tuviera
el único final que podía tener.
mery sananes
LA ESTRELLITA FUGAZ
Zaira Andrade
para mery sananes.
doctora en embusterías
Estaba en la montaña aquella noche de
luna llena, de cielo oscuro y a la vez luminoso por el respirar de las
estrellas, que querían desprenderse y viajar a la tierra.
Acostada en la cúspide, respiraba
igualmente la plenitud del instante irrepetible porque mi ensoñación se
involucraba con el paisaje.
De pronto una lluvia de estrellas
fugaces me alejó del deleite y vi cómo, al finalizar la caída,
una estrellita, más lenta y más pequeña que las otras, había quedado sola,
titubeaba en su caída. Parecía tener miedo o no saber qué hacer.
Cayó muy cerca de mí. En
el matorral que amortiguó su caída, titilaba estremecida por el sorpresivo
impacto.
Me acerqué velozmente, tomé la
estrellita que estaba enfriándose, la escondí ente mis dos palmas para calentarla.
Regresé a la cúspide de la
montaña y comencé a mecer mis manos en un arrullo inventado, rítmico,
monótono e invocativo, con palabras, sin ellas, no sé cuáles ni a quién.
Esa energía, dentro de mis manos,
temblaba y las enfriaba. No calculé el tiempo.
De pronto la enorme luna llena pareció
conectarse conmigo, que, involuntariamente, le ofrecí ambas manos abiertas
en las que reposaba la estrellita, un poquito más
brillante. Aquel sorpresivo y mágico rayo de luna iluminó
mis manos.
Doy fe de que la estrellita se fué
con él porque...desapareció.
Todos los años, en idéntica
fecha voy a ese mismo lugar de la montaña y siempre siento, lo confieso, que la
luna llena habla conmigo, que su luz, en la noche silenciosa me comenta de
la estrellita que ya creció. Me dice que la busque entre las otras,
porque brilla para mí.
Estoy segura de que al mirar esas noches
el cielo estrellado y a la luna llena, sé cuál es, porque siento que me regala
su luz y ese titilar que, para mí, es diferente.
Con amor oo
Zaira
12 de enero del 2017
2 comentarios:
Sencillamente hermoso. La Sra amiga Zaira me recuerda a mi madre Maruja. Ambas en su viaje infinito. dejaron amor en todos los corazones de quienes las conocimos.Lo comparto con tu permiso Beatriz. Por cierto que tú amada Nona me regaló su libro con una hermosa dedicatoria un día que le fui a cantar cumpleaños na su casa en Bello Monte. Fue una gran bendición redecusbrirla. Un abrazo Beatriz.
Sencillamente hermoso. La Dra amiga Zaira me recuerda a mi mamá Maruja ambas en su viaje infinito. Tuve la oportunidad de reencontrarme con tu amada Nona un día de su cumpleaños que le fui a cantar en su casa en Bello Monte. Fue una gran bendición pues también me regaló su libro con una hermosa dedicatoria. Un abrazo Beatriz
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