Un
jardín oriental en que natura
volcó sus
fuerzas todas en concento polícromo
trocose en
hermosura,
de todos los
vergeles el portento
El
lirio, la camelia, el heliotropo
la
inocente azucena y el jazmín,
el blanco nardo de perfume ignoto
y
el ardiente clavel color carmín
Todas
las flores con que el cielo quiso
dotar
la tierra en todos sus confines
se
encontraban reunidas y felices
en
aquellos lindísimos jardines
Una
rosa, que erguíase altanera
dominando
el conjunto en hermosura
pregunta
a sus
hermanas placentera
¿Conocéis
a Jesús, todo dulzura?
La pregunta concisa va pasando
de
una flor a otra flor y a una tercera
más
nadie pudo dar, ni aún dudando,
una
respuesta que satisficiera
El
suave lirio díjoles que un día
alabando
su dueño su hermosura
comparole su prístina blancura
con
el rostro del Rey de los Judíos
Recordó
la rosa, entonces
que
allá afuera en el camino
estaba
la flor del cardo
que
pudo ver al Divino
Sobre su
endeble tallo
alzándose
altanera
al
inocente cardo
habló
de esta manera:
Las
flores del jardín venimos a pedirte
que si al
Jesús Divino
en el camino
viste
nos digas como
era
si su andar
era vivo
si su boca era
suave
si su vista
era altiva
como
Señor que Sabe
que
es el Rey de la Tierra
Responde,
hermano cardo,
estamos
impacientes…
Y
la flor de los cardos rezó con voz doliente:
Yo
si he visto a Jesús, Divino Penitente,
que
en este mundo pena por una culpa ajena
Su tez sí, era
muy blanca
su boca sí,
muy suave
su caminar sería el palpitar de
un ave
más que altiva
la vista,
su mirada era
grave
El
sol reverberante rebota en su cabeza
los
guijarros del suelo hieren su paso tardo
Si
tú quieres
mirarlo, si su
bondad te pesa,
conviértete
no más en una flor de cardo
La
rosa impenitente lanzó una carcajada
gracioso
oír al cardo aquella quijotada
ella
la hermosa reina de aquel lindo jardín
convertida
en un cardo, ser hollada sin fin
Y además qué
interés tenía para ellas
que no gustaban ver sino las cosas bellas
mirar aquel viajero en el camino abierto
que era todo un mendigo de polvo recubierto
De más está
decir que ni una entre las flores
vio
jamás al Jesús de los grandes Amores
porque
para dejar los placeres fugaces
las
flores de este mundo somos poco capaces.
1 comentario:
Hermosura de palabras me ha encantado. Cariños para la Nona y la poeta. Ro
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