martes, noviembre 26, 2019
EN UN HECHIZO DE DULZURA
Amanecer del 26 noviembre 2019
¿Quién amanece?
¿El párpado del día o el
mirar que de la noche viene
aguardando el alba
para irse tras el sol?
¿Sabe acaso la mañana
que las pupilas del hombre
encerrado en una oscuridad
que a la noche no pertenece
se han ido apagando hasta
cerrarse del todo?
Si despertara en ese solo
instante podría descifrar en
el cielo el alfabeto de sus
cauces púrpura y la música
que le entregó la madre cuando
en un hechizo de dulzura
prendió su lumbre de
eternidad y alegría para
que la repartiera entre
los ojos a los que les han
robado toda luz
texto y foto
mery sananes
viernes, noviembre 22, 2019
A TU SUEÑO DE QUERER CANTAR COMO LOS PAJAROS
Carta para
Héctor Silva Michelena
mery sananes
Mi querido Héctor
hermano del alma
Acabo de leer tu artículo para pocos y para muchos. Y
si bien tus dolorosas palabras recaen sobre mí como un sismo, en otras del
recuerdo te vuelvo a encontrar como lo que siempre has sido. Luchador
incansable, arriesgado conductor de ideas y sueños, alfarero en tierras áridas,
aguardando permanentemente el espiral de una germinación.
No ha sido fácil el tiempo que nos ha tocado vivir.
Pero como bien lo dices en tu escrito, nunca dejamos de anclarnos en esos
instantes luminosos que también la vida nos ha prodigado. Tú lo escribes aquí
con inmensa belleza: “Los dolores me abruman, mas puedo recordar mis momentos
de alegrías. Por ellos he vivido, y por ellos voy a recorrer el trecho que me
queda.”
Y esa frase te nombra y determina, te define y
esclarece. Sabemos sin embargo, que siempre hemos vivido en ese filo del antes
del fin. Nunca hemos sabido cuándo ni cómo será. Y jamás lo hemos buscado, a
sabiendas de que estamos sujetos a cualquier circunstancia, sea una bala, o una
enfermedad como la que se sembró en tu organismo.
Los dolores jamás nos han faltado. Y ha sido una
lección de vida permanente. Porque de cada uno de ellos hemos procurado
levantarnos –como lo has hecho y lo sigues haciendo tú- sin que los signos de
las heridas distraigan la enormidad de las pasiones que hemos desenvuelto en
ese afán por salvar la vida en su plenitud, en todo momento.
Y de esto hemos hablado en otros instantes. Es una
tarea profundamente solitaria que también nos ha enseñado la riqueza de la
soledad, ante un mundo que ha perdido el rumbo de los afectos, de los instantes
compartidos, de los sueños que, a pesar de verlos cada vez más erosionados,
siguen indemnes en nuestro interior, como un talismán que actúa a manera de
contraseña de un vivir que procuramos no desperdiciar.
Y mucho de eso puedes tú decir. Porque tu oficio es y
seguirá siendo siempre el de permanente traspasador de fronteras para alcanzar verdades
más cercanas a la tragedia del mundo, que ese conocimiento que se vende a altos
precios, sin siquiera considerar la larga herida del hombre vulnerado.
Todos los caminos los has recorrido siempre con una
pasión renovada, con energía de roca sólida o de vertiente de agua en su
encuentro con el mar. Y aunque los hilos que bajan de las colinas se hayan
adelgazado casi hasta desaparecer, conocemos de sobra sus lechos y el hangar
donde colgamos nuestros deseos.
Y te diré algo más, Héctor, a ti te ha atacado con
fiereza una enfermedad a la cual es difícil comprender que no se le haya
encontrado remedio. Pero tú nunca estarás enfermo de vejez. Tú dices: “Soportar
la propia decadencia y aceptar el empequeñecimiento es más amargo que desafiar
la muerte. Hay una aureola de la muerte, trágica y añosa, que deja en los
labios una larga tristeza de caducidad creciente.”
Y te respondo
que la gente como tú no envejece jamás. Porque el fin –que a todos nos toca- no
te llegará en medio de una larga tristeza de caducidad creciente. Te llegará
asido a lo vivido, al instante que atrapas desde tus ventanales de un atardecer
sobre el Ávila, o en el trino de un pájaro que te deja señas desde cualquier
árbol aún no talado.
Tu estructura de maguey podrá doblarse por el dolor,
pero seguirá siendo ese estandarte donde cabe holgado un abrazo, donde jamás
falta un latido que se junta al del otro, aunque ausente. Y aquí lo reiteras
sobradamente: “La vida que quiere afirmarse en nosotros lo hace sin nosotros.
Se rehace a sí misma, vuelve a tejer sus telarañas. En verdad, yo no he tenido
nostalgia de la muerte. Me gusta sentir vivamente la poesía de las rosas. Peleo
contra las garras de la bestia llamada enfermedad. Sin metáforas. He amado las
tardes con sus nubes de colores y sus soles de largas cabelleras, húmedas de
besos.”
Quien así siente y escribe no envejece, aunque las
garras de la enfermedad, aunque sus filos en el huerto de tus rosas y de tu
poesía hayan hecho. Y agregas: “Me basto para alimentar para siempre el fuego
de mis delicias, y los pájaros protegen con sus alas mi rostro y el sol. No
sigue el poeta de la eterna juventud. Pero escucho leyendo la frase musical que
inventó el amor, el amor obsesivo. Pero dio sus frutos.”
A ese que clama allí haber vivido y seguir viviendo a
toda costa, es a quien le escribo estas letras, como si en ellas pudieras
encontrar un antídoto al dolor. Porque ¿cuándo nos ha faltado la herida? La
curamos y se vuelve a abrir. La cosemos y se descose. La cubrimos y vuelve a
aparecer. Pero sabemos bien, mi querido Héctor, que hemos resistido siempre.
Porque alguna vez escuchamos al viejo organillo y su música aún resuena en las
escalinatas de los días.
La mala jugada de la enfermedad te está regalando un
tiempo de mirar, de descubrir detrás del alba todas las tonalidades del azul.
De descifrar en el corazón de una flor el enigma del vivir desasistido y aún
encontrar la belleza en los ramajes de un árbol
o en la persistencia del sol en los inviernos.
En estos tiempos en los que alguna avería me ha
inmovilizado, he mirado como nunca al exterior y al interior de mi misma. Me he
detenido en los colibríes que nunca llegaron. En los rostros que se me habían
perdido en la memoria. En los poquísimos afectos que se construyen en una vida
que nunca se nos hará larga. Y conste que seguimos cosechando como si toda la
tierra fuese un lecho de esperanzas. Como tú lo sigues haciendo.
El fin en realidad comenzó al principio. No hubo un
antes sino un todo. Y desde entonces hemos desafiado la ley de gravedad y la
teoría del tiempo, inventado estaciones de alegría en pleno desplome del mundo.
Construido amor donde al parecer sólo procede y actúa el odio. Sido fieles al
propio corazón sin jamás entregarnos a la compra y venta de los días.
En el fondo hemos triunfado sobre la adversidad,
aunque los dolores se hagan insostenibles. Y he aquí tu propio testimonio: “¿Qué
me dijo ese pájaro con su mirada serena, iluminada y tranquila, donde las
montañas y las nubes, las milagrosas nubes, nos hablan de una alegría
suspendida? Hay una brizna de hierba que sonríe. Hay un recuerdo en el cielo.
¿Por qué tengo esta alegría? Por haber pasado unas horas saludable. Sentía yo
la influencia irresistible de la bondad.”
Y la seguirás teniendo, porque de esa materia de la
bondad y el amor estás hecho, sin antes ni final. En duro el proceso, Héctor,
de continuar vivo. En el desafío de querer cuando la mayoría olvida y desazona.
En el acto subversivo de no dejarnos desarmar por la violencia de los otros. Y
en ese sueño de querer cantar como los pájaros.
Muucho te quiero, Héctor, te sostengo y me sostengo, y
seguiremos desafiando el dolor construyendo un panal donde podamos ir dejando
intactas nuestras recaderías. Que nunca serán las últimas. No lo olvides!!
mery sananes
22 de noviembre del 2019
ANTES DEL FIN
ANTES DEL FIN
Héctor Silva Michelena
Tuve conocimiento en el día de ayer de este escrito. Como puede
imaginarse cualquiera que lo haya leído debe haber recibido una verdadera
conmoción. No se trata sólo de los que conocemos a Héctor, con quien hemos
estado ligados desde hace muchas décadas, sino a cualquiera que se haya
acercado a leer este testimonio duro, severo, terrible, en el cual, y a pesar
de todos los sin embargo, Héctor el poeta, acude a su propio historial para
seguir sobreviviendo en medio de su decaimiento físico, que jamás habrá de
alcanzar la roca preciosa de su corazón.
Y ante este testimonio, precipicio y cima a la vez, no puedo sino
responder, porque en él, se salva lo más hermoso que aun conservamos: la
persistencia en los sueños no cumplidos. Porque muere uno cada día de ilusiones
rotas, colectivas e individuales. Y vuelve uno a levantarse, tomado del amor
que cosechamos, con la decidida e
inequívoca decisión de entregarle el castigo al próximo corredor.
La muerte nunca ha estado alejada de nosotros. Sobrevivimos en medio de
ella. Y hemos visto convertirse los territorios más granados en ocultos
espacios para fosas comunes. Y a pesar de que siempre anda cerca, buscando un
tropiezo nuestro, hemos sido, somos y seremos, constructores del vivir. Y
Héctor pertenece a esa especie inextinguible de quienes han macerado la
esperanza y la ilusión en su propio agrietado corazón.
Ojalá quienes lo lean, puedan verse a sí mismos, en sus palabras. Y los convoque
a producir un alto en el diario trajinar, para rehacer la inútil ingeniería del
día, y reasumir el real y difícil compromiso del vivir.
ANTES DEL FIN
Héctor Silva Michelena
Dije que la vida me había sido mezquina. No de cosas
materiales, nunca las tuve nunca. Era de la vida feliz, yo pensaba en san
Agustín. En este opúsculo, escrito en 386, Agustín afirma que la razón lleva a
la verdad suprema que es Dios, y quien posee a Dios es feliz. Yo nunca he
logrado esta posesión suprema. Pensaba en la gratitud, en la amistad como
sentimiento puro y desinteresado. ¡Qué lejos está de mí la frase de Violeta:
“Gracias a la vida, que me ha dado tanto”!
Repito con Buñuel: Yo conozco el nombre de mi
enfermedad, es la vejez. Insisto en que envejecer es más difícil que morir,
renunciar de una vez al último suspiro cuesta menos que renovar el sacrificio
diariamente y al por menor. Soportar la propia decadencia y aceptar el
empequeñecimiento es más amargo que desafiar la muerte. Hay una aureola de la
muerte, trágica y añosa, que deja en los labios una larga tristeza de caducidad
creciente.
He amado las candilejas de la tarde, las nubes creadoras
de colores que no existen sino los ojos del artista. La vejez ascendente
aparece entonces más conmovedora, el ardor juvenil se difumina en los ojos del
horizonte. El alma es una ruina oscura. Mi corazón jamás habla, por temor y por
vergüenza. Me burlo siempre del momento que pasa y tengo la emoción
retrospectiva. Esta tarde una languidez homicida volvió a apoderarse de mí; me
invadieron el hastío, esa horrible bestia que acosaba a Baudelaire, y una
tristeza mortal se instaló en mis huesos.
Una nada y todo queda en peligro, una nube y todo se
entenebrece. A una tiniebla solo puede iluminarla convenientemente otra
tiniebla, escribió memorablemente san Juan de la Cruz. ¿Qué me dijo ese pájaro
con su mirada serena, iluminada y tranquila, donde las montañas y las nubes,
las milagrosas nubes, nos hablan de una alegría suspendida? Hay una brizna de
hierba que sonríe. Hay un recuerdo en el cielo. ¿Por qué tengo esta alegría?
Por haber pasado unas horas saludable. Sentía yo la influencia irresistible de
la bondad.
La vida que quiere afirmarse en nosotros lo hace sin
nosotros. Se rehace a sí misma, vuelve a tejer sus telarañas. En verdad, yo no
he tenido nostalgia de la muerte. Me gusta sentir vivamente la poesía de las
rosas. Peleo contra las garras de la bestia llamada enfermedad. Sin metáforas.
He amado las tardes con sus nubes de colores y sus soles de largas cabelleras,
húmedas de besos.
Ahora leo a Apollinaire: Señor mío, Cristo está
desnudo, cubridlo cubridlo, con el manto talar apagad sus ardores. Me basto
para alimentar para siempre el fuego de mis delicias, y los pájaros protegen
con sus alas mi rostro y el sol. No sigue el poeta de la eterna juventud. Pero
escucho leyendo la frase musical que inventó el amor, el amor obsesivo. Pero
dio sus frutos.
Estoy mareado. Apenas puedo escribir, lo hago para
terminar esta música de viejo organillo. Ciertamente, pude escucharlos en la
esquina de mi casa. Los dolores me abruman, mas puedo recordar mis momentos de
alegrías. Por ellos he vivido, y por ellos voy a recorrer el trecho que me
queda.
Esta es mi última nota. A los pocos que leyeron,
gracias. Y a los que no, también.
jueves, noviembre 21, 2019
martes, noviembre 19, 2019
CALENDARIO DE LUNAS
CALENDARIO DE LUNAS
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lunes, noviembre 18, 2019
AMANECER DE INVIERNO
AMANECER DE INVIERNO
en cuatro estaciones
y el incendio del atardecer
18 noviembre 2019
18 noviembre 2019
6:30 am
7: 00 am
7:15 am
8:00 am
8:30 pm
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MS - El Libro del invierno
viernes, noviembre 15, 2019
TODOS LOS VERSOS EN LA TIERRA FERTIL
TODOS LOS VERSOS EN LA TIERRA FERTIL
Ingrid Chicote
Del laberinto
no se puede salir, es necesario trascender
Literatura de
la tierra baldía: John Updike:
Eduardo Gasca
Para dar inicio a esta presentación quiero decir
que este libro que está en sus manos fue producto de la causalidad, de una
cantidad de acontecimientos que desencadenaron que Eduardo Gasca y yo nos
conociéramos y que posteriormente, decidiéramos llevar una estrecha y sincera
amistad signada por la fertilidad creadora en el intercambio epistolar.
En la correspondencia que
llevamos hay un proceso de reciprocidad en la información compartida sobre el
vasto océano de la cultura humana, un lenguaje fluido, una revisión permanente
de autores, descubriendo para nuestro bien, que a ambos nos motiva la
literatura de tierra baldía, el Vallejo de Trilce,
la amistad infranqueable y lúcida, matizada con la historia de la Guerra Civil
española, que acompañamos con la poesía de Miguel Hernández y García Lorca,
escuchando bajito el himno de los partisanos: Bella Ciao, condimentada con nuestra visión de los aconteceres del
hombre en su marco de relaciones polisémicas y políticas
Durante años hemos leído
a otros y nos hemos leído. Hemos
corregido a otros y nos hemos corregido.
Mi acercamiento a Joyce por ejemplo se produjo por una traducción que
Eduardo me envió para que cazara gazapos
como le dice él a la corrección ortográfica. En realidad las traducciones que
hace Eduardo a partir del 2015, y durante toda esta guerra que hemos vivido,
fue una manera de entretener la realidad, como una droga que le ha funcionado
siempre que no tiene cómo soltarse en poemas, cuentos o novelas.
La lectura y revisión de Dublineses, se convirtió en una clase de
literatura anglosajona.
La tarea del oficio
traductor la he conocido con él, quien se esmera en hacer impecable su trabajo
en solitario o a cuatro manos como el realizado con Celso Medina de la obra de
Gerald Kamber titulada Max Jacob y la
poética del cubismo. Me atrevo a decir que la etapa más prolífera de
Eduardo Gasca han sido estos últimos seis años.
La literatura es una invitación a la transformación de nuestras propias
realidades.
En 1969 la Universidad
Central de Venezuela, en las Ediciones de la Biblioteca, publicó un pequeño
libro de ensayo de Eduardo titulado Literatura
de la tierra baldía: John Updike. En la contraportada nos dice que su autor es
“Licenciado en Letras. Trabaja como
profesor instructor de la Escuela de Letras y Escuela de Periodismo, Facultad
de Humanidades, Universidad Central de Venezuela. Cursó seminario de Doctorado en la Escuela de
Letras, dictado por el doctor Gustavo Díaz Solís en el curso 1967-68…”. En una
entrevista que le realizara su amigo y tocayo Eduardo Embry, nuestro autor
expresa: Usted sabe – refiriéndose a Embry - que la poesía a veces sube cerro, pero
jamás remonta una cuesta universitaria. Y por eso el libro que tienen en
sus manos es el producto de años de trabajo y de poemicidios como dice Gustavo Pereira, para que este elixir de vida
llegue como los buenos vinos añejados. Celebramos su publicación.
Respecto
al trabajo del editor, como oficio y revelación, debo decir que su obra Para una
lectura de Trilce,
surgió como un trabajo académico en los años setenta y que luego se convirtió
en un ensayo durante el 2017-2018 y que fuimos corrigiendo poco a poco,
capítulo por capítulo, con el entusiasmo que instala la idea creadora en los
corazones como el de Eduardo.. No cabe la menor duda que este trabajo servirá
para la formación y cuidado de futuros editores y diseñadores por la dificultad
que nos presenta el autor en el uso de la página en blanco. Y esto no es
aislado de Todos los versos. Su obra
es un continuum.
En Para una lectura de Trilce
desarrolla un estilo personalísimo donde la intencionalidad en
la forma como nos presenta su discurso ensayístico es su estilo: conoce
todas las reglas gramaticales, las normas del idioma, las formalidades del
lenguaje, tiene experiencia como editor y en su creación, las transgrede sabiamente
para elaborar su propuesta creadora. Entre Literatura de la tierra baldía: John
Updike y Para una lectura de Trilce
hay diferencias sustanciales, mas no de fondo.
Es la forma la que cambia. La
agudeza es la misma. El lector necesita participar. He allí una de las
características de Todos los versos.
Genio y figura se unen en la permanencia de quien sabe lo que hace.
Cursó una Maestría de
Literatura Comparada en la Universidad de Washington, en Seattle, en 1978. Le
cuenta a Eduardo Embry en una entrevista que éste le hiciera y que llegó a mis
manos en el 2016:
A Estados Unidos fui a hacer un posgrado en
Literatura Comparada y comparé bastante literatura. Ya era asiduo encontrador
de tierras baldías, desde que me tropecé con Eliot cuando estudiaba Letras en
la UCV y estábamos en plena lucha armada. Por cierto, en
mi Partido Comunista ideal estaría estrictamente prohibido prohibir la lectura
de escritores reaccionarios que revolucionen la literatura, o al menos escriban
endiabladamente bien, como Eliot. En la Universidad de Washington conocí a los
trotskistas gringos y descubrí que no eran tan el demonio hecho carne como
decían los estalinistas prosoviéticos. Tampoco ángeles de perfección
revolucionaria como pretendían algunos de ellos. Así que participé en varias de
sus actividades pero les discutí las cosas que no me convencieron.
En: Literatura de la tierra baldía: John Updike encontramos claves
que el autor nos va dejando para que vayamos armando nuestro propio cuadro
sobre su trabajo. Ya va anunciando su intencionalidad, su espíritu como poeta,
como escritor, como quien crea las dimensiones de su propio mundo: el mundo
gasqueano. No perdamos de vista que esto
fue publicado en 1969 Dice por ejemplo:
Los escritores que
integran las recientes generaciones literarias norteamericanas parecen
coincidir casi unánimemente en la denuncia de la sociedad capitalista –sobre
todo en Estados Unidos- como un complejo mecanismo destinado a quebrar las
posibilidades esenciales del hombre individual.
…………………………..
La denuncia, a la larga,
deviene en interpretación. El papel del escritor adquiere así carácter
sacramental: transferir a un lenguaje cifrado –cuya clave es el símbolo- lo que
los signos y los síntomas del mundo actual revelan.
…………………………………..
El oficio de escribir se
aproxima al de traducir. Versiones tras
versiones aparecen en formas de poemas, cuentos y novelas, tras cada
descubrimiento arqueológico y cada nuevo estudio de textos antiguos.
……………….
En todos los casos, la
tarea creadora implica necesariamente una acuciosa investigación del pasado y
una delicada técnica de montaje.
Es
esa técnica de montaje lo que nos revela nuestro autor en Todos los versos.
…………………….
El hombre de hoy, que
finalmente ha logrado matar a Dios, vaga en medio del caos de la tierra
enferma. Sin la voz de la divinidad el
ser humano ha quedado desamparado ante las guerras y la muerte, porque la
religión – disecada por las iglesias y la teología- ni siquiera puede servir de
consuelo. Incapaz de mediar entre la humanidad y Dios, puesto que ha perdido el
sentido mágico de la comunión del hombre en la tierra, toda liturgia es yerma.
…………………….
Así está dicho en Joyce y
en Juan Rulfo, en Eliot y en Ferlinghetti, en Henry Miller y John Updike, en
D.H. Lawrence y Thomas Wolfe (aunque este último aún le queda la esperanza de
un reencuentro del hombre consigo mismo).
Fue allí, en su encuentro
con los escritores de la tierra baldía donde Eduardo Gasca bebió la esencia del
lenguaje que hoy podemos leer en su obra poética. Desde sus comienzos en la escritura supo
entregar a sus lectores su propio criptex, para que cada quien fuera
encontrando las claves de su aparente juego de palabra, que no están colocadas
al azar sino que tienen toda su carga intencional de quien muestra la punta del
iceberg como un Hemingway de tierra tropical, como bien lo dice Judit Gerendas,
estudiosa de nuestro autor.
Eduardo Gasca es uno de
esos seres que en lenguaje popular venezolano podríamos definir como lloviznita que no moja, pero empapa, o
como la candelita que va ardiendo por debajo y que nos hace admirar el
resplandor cuando el fuego se expande en la sabana.
Todos
los versos
de Eduardo Gasca, libro que hoy tenemos a bien presentar en esta FILVEN 2019 y
que ha sido publicado por Monte Ávila Editores Latinoamericana en la Colección
Altazor, nos convoca a celebrar la vida y la coherencia de un autor que podemos
seguir en el transcurso de su historia como creador y como traductor. Como
revolucionario Bella Ciao, como él
mismo se define. En este libro
encontramos un método, una estrategia que cada lector debe desentrañar, pero
que, a la vista de otras obras suyas nos da la clave en la literatura de tierra
baldía, atreviéndome a decir que matizada con cubismo literario.
Este libro es una
construcción arquitectónica que nos obliga a cruzar las fronteras del
conocimiento y de la cultura para seguir en cada texto la historia humana y la
historia personal: es decir, es una convocatoria del tiempo, un apuesta
donde “no responsables no culpables / tampoco inocentes” nos vemos dando vueltas en la rueda de la
fortuna o en los cuadros que cierran el poemario, que no sabemos si se refieren
a Botticelli o a la apuesta en las patas de un caballo.
Sin temor a equivocarme,
la poesía de Eduardo Gasca merece un sitial de honor en la literatura universal. Si bien todos somos unos reescritores,
podemos decir que Eduardo es un escritor.
Profundiza en su experiencia, nos muestra un discurso que hay que armar
como un cuadro cubista de Braque o de Picasso. Una pieza encaja aquí, otra por
allá, pero juntas son una obra que nos sorprende los sentidos.
Tomo en préstamo las
palabras de Celso Medina cuando lo anuncia como un autor postmo. Pareciera que cada uno de sus textos es un koan – me refiero a los interrogantes
que los maestros zen hacían a sus discípulos – y por ello hay que volver al
texto para interrogarlo, para que nos diga cuál es el sentido de lo que oculta,
qué es lo que nos dice o lo que no nos dice, y sin embargo es la totalidad, el
conjunto de las cosas no dichas lo que nos lleva a sentir que estamos frente a
una historia universal de la humanidad.
En Todos los versos nos damos cuenta de que la poesía no es solamente
un sentimiento. Es una construcción, es
lectura, anticipaciones, premoniciones, azar aparente e intencionado, que se
mezclan en contradictorios elementos, como el pirata que inicia la obra para
dejarnos en las costas nicaragüenses. Hay un aparente sinsentido, todo un
diálogo entre su obra y la de aquel que “ocupa un lugar central en la mitología
personal de Eduardo Gasca”, como también lo expresa bellamente Judit Gerendas
en el estudio que precede la poesía en este libro.
La experiencia creadora
se funde con la experiencia lectora. Por
eso nuestro autor es un cúmulo de hiper e hipotextos que se manifiestan en la
brevedad de su poética críptica, inusual y dialógica donde la ambigüedad y la
ambivalencia exigen que del lector una participación activa. Participación que nos es conocida en la
literatura vanguardista, ahora post moderna, donde es él –el lector- quien va a
darle el significado o el significante a cada texto que nos lee, leyéndolo.
Este libro que nos honra
presentar tiene una historia. Comenzó
con el mismo autor y sus iluminaciones entre literatura política, literatura
universal y lucha política. Un autor que
tuvo una experiencia difícil de adolescente cuando, en los sótanos de la
Seguridad Nacional en la Plaza Morelos, pudo ver al flaco Prada vuelto
añicos en “un amasijo de huesos y de sangre”. Le responde a Eduardo Embry, en
la entrevista citada anteriormente:
Mi inicié en la lucha política a los 13 o 14 años,
como lo hizo la gran mayoría de los estudiantes liceístas venezolanos de los
años 50, bajo la dictadura militar del general Pérez Jiménez. En mi caso
espontáneamente. A mi proceso de politización lo catalizó el hecho de que me pusieron preso
a los 17 años, cuando estudiaba el 5º año de bachillerato en el Liceo Andrés
Bello de Caracas, por repartir volantes contra la dictadura en protesta por la
detención de unos compañeros. Cuando me metieron en los calabozos la Seguridad
Nacional no tenía ninguna militancia política. No fui torturado por mi edad, y
porque afortunadamente los esbirros más avezados se dieron cuenta de que en
política era un simple carajito. En los calabozos tanto los jóvenes como los
viejos comunistas presos me arroparon y me protegieron y me bañaron de
solidaridad, y me enseñaron las canciones de la Guerra Civil española, y fui
testigo de su comportamiento heroico ante las torturas más bárbaras… cuando dos
meses más tarde me trasladaron a la Cárcel del Obispo llevaba el gusanito rojo
trabajando por dentro sin darme cuenta.
Al salir de la cárcel, tras otros dos meses, rumbo
al exilio en España, ya cantaba Bella Ciao. Hasta el sol de hoy. No
necesariamente en el PC. Cuando me conociste en Cumaná yo era comunista
militante activo de la Liga Socialista. Luego tuve una breve pasantía por la
Causa R, cuando la R al revés de ese partido todavía significaba Revolucionaria
y algo más. Podríamos decir que muchas de las cosas que están en los poemas,
entre oda y oda, y también en los cuentos que he escrito, son autobiográficas. Dejé de militar
hace años, porque a medida que envejezco me voy volviendo más incomportablemente
radical y más anárquico y más tirapiedra. Necesito, y no lo encuentro, un
partido Bella Ciao que además de marxista-engelsiano-leninista con un toque
guevarista, cojee de una pata trotskista y de otra anarquista kropotkinista, y
tenga un corazón robinsoniano.
Este libro que hoy
tenemos el honor de presentar, tiene en sí la impronta de una generación. Su
autor es parte de la generación de maestros que tomaron en serio la literatura
como forma de vida, para sí mismos y para otros.
Este libro fue mi trabajo
final en el diplomado de Edición de la UCV-Cámara Venezolana del Libro. Como bien lo expreso en la contraportada del
mismo, Todos los versos reúne
la obra poética de nuestro autor. En este libro encontramos un lenguaje
matizado con juegos de palabras, alusiones y datos ocultos, para lograr un
estilo caracterizado por una compleja construcción lingüística, que le da
fuerza a la creación de un mundo propio y particular donde el lenguaje se erige
para maravillarnos.
Esta obra nos
coloca frente a una estética visual y estructural, cercana al cubismo literario,
dando muestra del tiempo histórico que el poeta nos entrega en su manera de
enfrentarse a la vida como movimiento de permanente continuidad metafórica que
implica miles de interpretaciones. Este libro constituye una de las más
importantes creaciones literarias del siglo XX ya que nuestro autor nos propone
en ella una carga de imágenes que tenemos que ir armando en la medida que vamos
leyéndolo.
Todo lo que está
contenido en Todos los versos está
realizado con intencionalidad. Quién
conoce las reglas del lenguaje, conoce cómo subvertirlas. Quien conoce la Literatura encuentra su
propia voz. Nuestro autor también es un
traductor. ¿Qué nos traduce nuestro
autor en sus poemas?
En la presentación
del autor que aparece en el libro podemos leer las palabras de Gustavo Pereira
cuando nos lo describe:
Siempre admiré en
Eduardo, desde que nos conocimos en los espacios del liceo Andrés Bello de
Caracas, el discreto y humilde talante que es preciso poseer para no dejarse
atrapar por la elocuencia y su invariable acompañante, la retórica.
Pero
además nuestro autor, que no está presente, está más presente que nunca: desde
su casa sigue todo lo que hemos venido haciendo. Es un escritor y para ello hay que comprender
que el escritor serio se escapa ante actividades como estas, porque entre lo
importante y lo urgente, decide lo importante: seguir escribiendo, traduciendo,
corrigiendo.
De allí sacamos que uno de los
secretos que nos regala nuestro autor, es la regla de oro del trabajo
disciplinado que permite que el creador cree, no que re-cree. En su poesía hay
un ritmo interior, una música, una sonoridad, que nos invita a poner atención
en la profundidad de las palabras que nos convocan a intervenir en nuestra
propia curiosidad. Es un autor que apuesta al azar con el diseño de su propio
criptex que a nosotros, sus lectores, nos toca descifrar o comprender. O quizás solamente sentir y escuchar la
música como en el poema areruya, de todos los cantos / de las sonajas y las
flautas fuimos / de las faldas de paja / susurrante fuimos / despojados / areruya!
¿Quién nos despoja en
esta voz plural? ¿De qué se nos despoja? Y una vez despojados ¿qué nos han
dejado? ¿qué nos pertenece? ¿quizás la música que se escucha entre verso y
verso? ¿la totalidad del ritmo, del acorde, de la pertenencia
Que se apropie de su discurso, que lo
construya, que lo estudie, no como una caricia al ego, sino como desde una
seriedad respecto al lenguaje que nos lega. Y eso es lo que hemos aprendido sus
discípulos: la disciplina y la seriedad que se maneja en la obra. Por eso vamos
al tiempo, como parte de la vida, para encontrar que en el epígrafe de Robert
Frost que inicia el libro llamado ir
donde no llaman, nos ofrece una clave: to
scare myself/ with my own desert places:
ir donde no llaman
recogiendo pedazos de algo
que no recordamos haber roto
no responsables no
culpables
tampoco inocentes
Este es uno de los poemas más hermosos del libro, o por lo
menos el que más me gusta. Me interroga,
me interpreta, me saca del dolor de algo que no sé, y me sume en la profunda
meditación, como cuando me interroga algún koan.
Igual me pasa con el cuento Cuerpo a la
vista, que Judit nombra en su estudio y que nos hace recoger los punticos
de arena de la playa que es infinita y donde no podemos hacer un hueco donde
quepa el mar, como en la reflexión de San Agustín.
En la poesía de
Eduardo Gasca el lector encontrará una construcción estética, cargada de
sentido, donde lo oculto y latente, lo involucran con el texto, para dilucidar
los hilos de la poética personalísima del autor. Cada poema es un grano de
arena que juntos forman una orilla.
Vemos la orilla de la playa pero creemos que ha sido así por siempre.
Pero no ¿Cuánta historia nos cuenta cada rincón del mundo? ¿Del externo y del
interno? Esta obra exige una comprensión
que deshaga/rehaga/descubra la infinitud de significados que se encuentran en
la intertextualidad creadora y discursiva de nuestro gran maestro Eduardo
Gasca. Celebramos que este libro haya
visto luz gracias al concurso de tanta gente que lo respeta, lo quiere y lo
admira.
Muchas gracias.
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