UN
ACERCAMIENTO A
“NO LES GUARDO RENCOR”
DE
RENÉ RODRÍGUEZ SORIANO
mery
sananes
Ahí está Jorgito,
papá, quien ahora en julio cumplirá sus once años. ¿Qué futuro le espera?
Ojalá, y es mi mayor deseo, tenga otros horizontes, menos rígidos, que tenga
respuestas más diáfanas a todo ese arsenal de preguntas que rondan su terca cabecita,
que tenga opciones para elegir entre el alfa y el omega de sus días. Ese
Jorgito de tus culpas, como tantas veces dices, ese Jorgito merece un mundo
diferente al de horca y cuchillo que tú y nosotros hemos conocido, un mundo
lleno de ventanas abiertas hacia todos los mundos posibles, un mundo para él.
Sí, papá, este mundo de Jorgito y todos los Jorgitos que pueblan la geografía
de San José del Puerto y más allá. Ese Jorgito (…) tiene derecho a saber la
contrahistoria de esta historia que tanto nos mintieron en las enramadas, en
los callejones, en las capillas y en las escuelitas y los catecismos. Santa Fe,
Argentina, Palabrava, 2019, p. 49.
Cada
nueva lectura a “No les guardo rencor, papá”, de René Rodríguez Soriano, nos
entrega un acercamiento mayor a sus entrelíneas. Allí donde reside lo que no se
dice, sino que se suelta a manera de ventisca, para que cada quien lo conjugue
en su propia dimensión e historia.
Interesa
particularmente observar que este es uno de sus primeros libros que, sin
embargo, guarda, conserva, anuncia en sus páginas las cualidades que el
escritor habrá de desarrollar y sigue desarrollando a lo largo de una extensa y
vasta obra que asume todos los retos, desde esa perspectiva única que distingue
su escritura. Por ello, este libro, diminuto en número de páginas, se nos
presenta gigante en su contenido, en su elaboración, en su mensaje.
Una
realidad que —y hay que reiterarlo—
nunca se ausenta de su obra. Está siempre merodeando los sentidos, trizando la
realidad, asumiendo un compromiso que no se alinea sino con un sentido de la
justicia, la belleza y la libertad. Una hermosa utopía que lo acompaña donde
sea que vaya y en lo que escribe, fomenta, difunde o enseña.
Y
si algo tiene la obra de RRS, sea poética, narrativa, ensayística, es sin duda
que no se acoge a forma alguna. La palabra se junta a otra según una brújula
que le dicta su voz interior. Y lo que produce como texto carece de toda
premeditación. Es lo sucedido o por suceder, el sentimiento que aflora o que se
desploma, lo que lo hace girar las palabras con las cuales él va a retener o
disponer para escribir.
Y
es esa virtud la que permite que el acercamiento a su obra puede ser desde los
ángulos y enfoques más distintos y distantes. No hay una propuesta sino una
ejecución. No hay premeditación sino un cauce que se nutre de los más diversos
afluentes que en la vida del autor conforman un caudal de agua que a veces
alcanza el mar y otras se derrama en cualquier tierra baldía para dejar algún
zumo de su propia sed.
La
obra, en una presentación singular, en la que concurren entradas de diario,
conversas entre padre e hijo, documentos policiales originales, y una realidad
política que se asemeja y conjuga con la historia de la mayoría de los países
de este planeta, cada uno con sus propios rasgos, atrapa sin duda la atención
de cualquier lector, en cualquier ámbito.
Y
esto se produce porque su temática política es tratada desde el interior. De
modo que la visión se ajusta a una realidad que nada tiene que ver con tomas de
posiciones convencionales. Esto es lo que le otorga su valor permanente. Deja
ver una realidad que sigue sin superarse y que hiere en su propio corazón a ese
núcleo fundamental que es la familia.
Se
ubica en San José del Puerto y da cuenta de la gesta del 14 de junio de 1959 en
las montañas de Constanza, República Dominicana, en los últimos años de la
feroz tiranía de Trujillo y su efecto en una familia traducido en el conflicto
entre los cerrados credos del padre y la posición hacia el futuro de su hijo mayor.
Y
no es poca cosa esta petición entre un padre encerrado en una postura que ni
siquiera comprende a cabalidad y la de Manuel abierta a sacrificarse por abrir
esas puertas hacia otras perspectivas. Una actitud ante la cual no le guarda
rencor.
Y
he aquí otro contenido que hay que rescatar en su justo valor. Porque el no
guardar rencor que le otorga al padre, es un gesto del que debiéramos aprender.
Significa compresión y enfrentamiento, sin aniquilamiento. Significa
persistencia en los ideales y el deber ser. Y también el ejercicio de
comprender que la mayoría de las ideas a las que nos sometemos de manera casi
permanente, no responden a quienes somos, no logramos ante ellas descifrar sus
hilos hacia sus verdaderos propósitos, sino que nos convierten en meras
marionetas de agentes totalmente extraños a nosotros.
En
su brevedad la obra tiene la inmensa virtud de pasearse por una realidad
política concreta que RRS nos entrega, no por la vía tradicional del recuento —aunque
estos aparezcan— sino mediante la visión de una familia que sufre las
vicisitudes de unos hechos que crean grietas entre ellos. El padre de familia
se posiciona frente a lo existente, sin preguntarse de dónde viene, haca donde
va y con cuales instrumentos se mantiene y sostiene en el poder.
Por
su propia formación se adhiere a lo que ha sido su modo severo de actuar y a
los hijos los amuralla en el interior de sus ciegas creencias. Los hijos en
cambio, en particular su hijo mayor, ha dado el salto hacia adelante. Y ante lo
que comprende da un paso hacia la recuperación de unos horizontes abiertos, que
significan la determinación de romper con los viejos vestigios y la vieja
historia contada una y otra vez, para hacerse militante de un futuro no
enmarcado en el asesinato, la dictadura, la imposición, que rige el país.
Y
con ese solo equipaje Manuel enfrenta al padre, con el mismo valor que enfrenta
la dictadura. Es la distancia abismal entre el padre y Jorgito, el niño de once
años, para quien Manuel quiere y requiere ventanas abiertas hacia todos los
mundos posibles. Esa es en verdad la óptica que le otorga a esta obra ese valor
excepcional, que junta su historia a la historia repetida de los países —nuestros
países— que han vivido y siguen viviendo el horror de las
dictaduras y los totalitarismos y hasta de las pseudodemocracias, con las
cuales se revisten muchos poderes para seguir ejerciendo su dominio y
garantizando sus intereses.
Sólo
así puede explicarse que este libro diminuto de tamaño e inmenso en contenido
haya logrado cinco ediciones hasta hoy —dos
en República Dominicana (1989 y 2017), una en Estados Unidos (2018), y otras
dos en el 2019 en España y Argentina.
De
alguna manera, si se me permite, quisiera pensar que René Rodríguez Soriano es
aquel niño convertido en un hombre que sigue luchando con perseverancia para
tratar de vencer la historia impuesta, a través de una contra-historia que se
propone rescatar la verdadera génesis de un hombre cuya vida personal y
colectiva ha sido expropiada.
¡Qué
más pedirle a un libro que como éste es un dardo lanzado al corazón de una
humanidad aletargada y sometida!
mery sananes
20 febrero 2020
1 comentario:
Tal vez has escrito la primera reseña póstuma de René, o RRS, como yo también le decía. Imagino que sabes de la triste noticia de su muerte por coronavirus.
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