miércoles, agosto 07, 2024

DE UNA PALABRA LIBRE DE ATADURAS





Mi muy querido y admirado Marcelo  Sztrum


Te escribo a destiempo. Te me fuiste sin aviso mientras yo hacía caminatas para recoger las imágenes de tu pájaro preferido que se convirtió en una conexión maravillosa. Desde hace mucho siempre los esperábamos cuando se acercaba la estación en la que aparecían buscando hacer nido. Y compartíamos la belleza de su vuelo y su encontrar en la hierba los gusanitos que satisfacían su hambre. Y, enterada hoy, a través de Luis Alejandro, de tu fuga hacia los cielos abiertos y la tierra florecida, los petirrojos preguntan por ti. Y yo retengo la tristeza porque siempre fuiste como ellos mientras encontrabas en cada palabra un vuelo de pájaros que había que conjugar en su sentido mayor.

 

Cuantas lecciones nos has dejado, cuanta sabiduría alcanzábamos leyéndote. En cada palabra encontrabas lo oculto que tantas veces recogía el sentido mayor fundido en la música de los alfabetos. Y lo has de seguir haciendo, salvo que ya no desde ese diminuto espacio desde el cual repartías los más densos sortilegios, sino desde el espacio infinito de tus paisajes de siempre.

 

Y no hay manera, mi querido Marcelo, que tus palabras desaparezcan. Porque desde tu tribuna dejabas huertos y caminos, cielos y tormentas. Y de ti aprendimos a no dejar pasar lo inadvertido para que, hurgando, pudiésemos descubrir el verdadero sentido del lenguaje. Seguirás, desde otros confines, entregándonos el misterio de la voz. La dimensión de la palabra, jamás retenida sino hecha libertad en las alas de nuestros petirrojos.

 

Siento que has alcanzado tu lugar favorito. Ese que no tiene puertas ni cercas, pero sí espacio para toda tu sabiduría. Las hojas volátiles de tus libros serán tus guardianes y tu compañía. Y no detendrás tus labores porque vivimos tiempos muy oscuros y requerimos vuelos sin tormentas. Y esa mágica visión de lo inexistente, traducido a una palabra libre de ataduras.

 

Ahora podremos compartir los lechos de flores, el alado rubor de los petirrojos, y el abrazo que no llegamos a darnos, quedará sembrado como un jardín inserto en el interior del corazón. No te despido, Marcelo. Te llevo conmigo en cada pasaje de un petirrojo haciendo nido en el viento.

 

Y te seguiré queriendo siempre

Mery

07/08/24

 

 



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