Y se fue tejiendo su soledad
en cada puntada de un hilo
sin final que se iba desprendiendo
de sus manos confiteras
como si aquel manto interminable
pudiese cobijar la vida entera
Se fue silenciosamente sin que
advirtiéramos que su palabra formaba su
travesía hacia el interior de sus suspiros
como si ya todo hubiera sido dicho
Se hizo ausencia mientras aún sus
párpados no habían alcanzado
la hondura de las noches
presta como estaba a cualquier
aventura que la pudiera devolver
al regazo insomne de sus abuelerías
Se deslizó imperceptible hacia
el precipicio de los espejos
que se miran a sí mismos
sin siquiera detenerse en el dintel
de sus respiraciones
Hasta que cesó su tiempo de penas
su dolor desahuciado su caída tremebunda
para dejarla inerte en el pozo
de los ojos que ya no podían mirar
los rostros borrosos de los antepasados
que regresaban a buscarla
sin hilo de papagayo ni cauce de agua
Y nosotros nos quedamos inermes
ante tanta perplejidad de espejos que no miran
de párpados que no se abren
ante el fulgor de los ríos que nacen
de las tempestades más altas
desasistidos de todo consuelo
ovillada la vida sobre la elipsis
de una luna en súbito menguante
queriendo alcanzar inútilmente
la vertiente de dulzura que manaba
de sus días alfareros
mery sananes
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