Y qué habré de recordar de mi infancia
si no es aquel árbol de nísperos del japón
que a la entrada de mi desmemoria tejía
los dulzores de sus frutos a pájaros transeúntes
y aquellos pomagases que adornaban
calles que ya sólo tenían casas vacías
tal vez el púrpura de un cuarto al que ya
nadie entraba porque aquella abuela
que no conocí lo había habitado
con la mansedumbre callada de quien
conoció el silencio antes de entregarse
a sus dominios lejanos
y aquella puerta de atrás que dejaba
el paso hacia un patio tan pequeño
que no cabían en él los sueños
de un tiempo sin regazos y de un piano
que nunca aprendí a tocar
pero que se me quedó hincado
como una sonata triste en mis noches
andariegas
recuerdo la casa cuando ya ajena
pasaba por sus parajes buscando
en su nombre la remembranza
de tres diminutos escalones en los
que colgaba mi infancia hecha
de nostalgias y buscaba en algún
ventanal ya inexistente la huella
de una fiesta que nunca tuvo lugar
y sin embargo algo de aquellas
largas avenidas en las que alguien
caminaba mis pasos agarrados de
un hilo que sólo sujetaba mi tristeza
aún perdura como una melancolía
que no cesa y que alumbra la
infancia que se me fue sin sujetarla
a los arcones de mis días
mery sananes
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