viernes, noviembre 26, 2010
CARTA A ISAAC SEBASTIÁN
EL CHIPILIPITOCO
ENTONCES ERAS PURITA RISA
Siempre creí que las únicas cartas que te escribiría serían para hablarte de todas esas cosas por las que tú siempre me preguntabas cuando más pequeñito usabas tus ojitos y tus oídos y tus manos para comerte el mundo.
¿Qué es un pintor? Me preguntaste un día. Y te escribí una carta. Te he escrito muchos poemitas para decirte cuánto te quiero, para grabar un instante mágico de tus horas, para acompañar alguna de tus travesías, para alegrarme o llorar contigo algunas de tus tristezas.
Eran los tiempos en los que tú yo descubríamos los planetas, el sol, la luna. En los que hurgábamos, con un telescopio que nunca sirvió, la dimensión del sol reflejado en la luna. En los que perseguíamos afanosos el camino de las hormigas, el vuelo encantado de una mariposa blanca que jugaba todos los días al escondite contigo.
O cuando tratábamos de descifrar la edad de los árboles, la estructura de los días de invierno en el retoño de los hongos. Y yo te veía soplar las espiguitas de luz, para ayudar a que nacieran muchas más florecitas amarillas, antes que los cortadores de grama las quitaran de cuajo. Entonces eras purita risa.
UN GUIJARRO QUE EL SOL MOLDEA
Contigo descubrí florecitas silvestres que nunca había visto, pero que tu me señalabas. Mira, una flor para mami. Y llegabas a la casa con las manos cargadas de espigas, hierbas y flores para entregárselas a tu madre, con esos abracitos que jamás olvidaremos.
Eras mi jardinerito, mi astronauta, mi expedicionario, mi poetica de la vida. Aún los ipods, los iphones, las altas y avanzadas tecnologías, las armas de plástico y las dagas liberadoras, no habían interrumpido tu relación con el mundo.
Eras un guijarro hermoso que el viento, la lluvia, la nieve, la tierra y el sol iban moldeando en un niño maravilloso, como suelen ser todos los niños, hijo, que reciben amor y a su vez son amorosos.
UN DÍA INTERFIRIERON TUS SUEÑOS
Pero, ay mi niño de pan, qué pronto interfirieron tus añitos, la carga de la gente grande. Comenzó un proceso destructivo y destructor que va dejando huellas gigantes en todos nosotros.
Un día la Mata que te leía las aventuras de Julio Verne o de Moby Dick, las travesuras de Huckleberry Finn, o los viajes maravillosos de El Principito hacia el interior del corazón del hombre, dejó de acompañar tus noches. Me gustaba tanto arroparte, hacerte cariñitos para que te durmieras con una sonrisa, y sobretodo aquietar tus pesadillas, tus angustias, ese resonar de los dientes, apretadas como estaban tus angustias.
Un día alguien quiso decirte que la Mata, que tu madre, que tu Akami, tu Ciput y tu Jeijei no te queríamos. Y tú te lo tuviste que creer. Desolado día para el amor, chipilipitoco. Como si todas las canciones que el Akami compuso, que tu madre te cantaba, se hubiesen silenciado de una sola vez.
ESTOS SON LOS TIEMPOS DIFÍCILES
Estos son los tiempos difíciles que vivimos Chipilipitoco. Tiempos de un dolor grande, como tu llanto, como ese temblor con el que le escribes un expediente a todo lo que no te deja ser niño. A todo lo que te quieren hacer creer para que tengas que elegir.
Probablemente cuando puedas leer estos papeles, lograrás entender algunas cosas que hoy no no puedes alcanzar. Y ésta, Chipili, como todas las que te escrito y te escribiré, son cartas de amor, no de reclamo.
Son papeles para que sepas mañana todo lo que no te dejaron aprehender en esta maraña de sinsentidos. El dolor, hijo, no tienes que recrearlo. Ya nosotros lo absorbimos por tí y por nosotros. Se nos quedó en la respiración como si todo el aire del planeta se hubiese esfumado por el agujero negro.
PARA UN REENCUENTRO CONTIGO MISMO
Estas cartas, chipilipitoco, están hechas para que puedas dar la batalla para recuperar lo que eres, para reconstruir tu inocencia, el brillo resplandeciente de tus pupilas, el recinto encantado de tus manos y ese vuelo florecido de tu corazón que tu madre te entregó cuando ella te mecía en las aguas aromadas de tu primera residencia. Y que te continuó construyendo cada hora de tu existir.
Tal vez cuando leas estas cartas, cuando seas más grande, puedas recordar mejor esa travesía amorosa que tu madre durante casi ocho años ha vivido contigo. Y los que espero pueda seguir viviendo, sin la coraza que te pusieron que hoy te impide recibir sus besitos de coco y sus carantoñas.
El primer día que fuiste a la escuela tu madre y tu mata estuvieron cerca de cinco horas de pie, pegadas a un cristal que permitía ver hacia adentro, pero por el cual tú no podías mirarnos, para saber si tú estabas bien.
Te ha acompañado en cada una de tus fiebres, tus rasguños y caídas, tus sobresaltos y tus alegrías. Siempre ha cargado un almacén de medicamentos mágicos que servían para calmar cualquier dolor o cualquiera angustia. Pero, por sobre todas las cosas, cargaba una alacena de cariñitos, de abracitos, de celebración porque tú existías.
SE HAN OSCURECIDO LOS DÍAS
Hoy son tiempos muy difíciles, hijo de la vida. Se han oscurecido y no por el invierno ni por esa primera nevada que no pudimos disfrutar juntos. Se oscurecieron por la ceguera que te impusieron, por los afectos que te quieren arrebatar, por el cobijo que volvieron trizas, por la mirada con la que ya no me miras, por el abrazo que quedó diseminado en los árboles sin hojas.
Y yo no vengo aquí, mi niño de sol, a hablar mal de nadie. De eso que se ocupen otros, de dividir, fraccionar, segregar, destruir. Yo vengo simplemente a decirte cuanto te quiero y te querré mientras viva y más allá, desde los territorios sagrados de todo lo que pervive en cada estación.
En estos días enseñoreados de penas, hijo del alma, en los que en tu confundido corazón, no sabes si querer a tu madre es dejar de honrar a tu padre, en los que te han puesto a dudar sobre el amor de tu mata, ya te han dicho que tendrás que hablar con abogados y jueces, a tus siete añitos de edad, con tu atribulado corazón, a hablar un lenguaje que no te pertenece, a repetir conceptos que inventaron no para entenderse sino para oponerse, en un espacio hecho para quienes le sacan beneficio al dolor de los otros.
¿Y QUÉ ES LA VERDAD?
En estos días difíciles, mi chipilipitoco, te están tratando de enseñar qué es la verdad y dónde está, te quieren poner a decidir quien la tiene y quien carga a cuestas un almacén de mentiras para hacer daño.
Yo te quiero hablar de la verdad, hijo. Todos las usamos como un estandarte, como una consigna, como una banderola, pero pocos, hijo, la vivimos en el hacer diario, en el trajín de las horas, en el camino abierto de un mundo lleno de cercas y sembrado de minas explosivas.
La verdad es una herramienta que cada quien coloca a su disposición para ganar adeptos, para conseguir seguidores, para apoyar una causa, para todo, hijo, menos para ser más humanos, más simples, más sencillos, más amorosos y más oferentes.
SI LA VERDAD DESPLAZA ALGO
TIENE DE MENTIRA
Cuando la verdad se usa para desplazar, para destruir, para imponerse sobre el más débil, algo de mentira contiene, hijo. Lo sabrás en el camino de tus días.
La verdad es algo mucho más simple, menos compleja que lo que quieren los filósofos, menos engorrosa que lo que sentencian los juristas. La verdad es un común acuerdo de convivir sin maltratar a nadie. Es una mano abierta. Un abrazo tal vez. El regocijo de no saberse mejor que nadie ni con más poder.
La verdad reside en aquellas flores silvestres que tú recogías para tu madre. En los soles que se apagan. En el canto de la lluvia sobre los aleros. El anverso de las pupilas de un niño a quien aún no le han robado su capacidad para mirar.
LA VERDAD COMO INSTRUMENTO
DE PODER
Pero los hombres, hijo, decidieron hacer de la verdad un instrumento de poder, una herramienta para someter, un derecho de unos sobre otros. ¿Y cómo, hijo, descifrar esa maraña de verdades concatenadas en mentiras que a nadie ha servido aún en este mundo próximo a su extinción?
Sí, hijo, no te sorprendas. No sé cuánto quedará de este planeta para cuando puedas leer por ti mismo estas cartas. Pero la verdad de la libertad sirve para oprimir. La verdad de la opresión sirve para exterminar. La verdad de los pocos sirve para anular a los muchos. La verdad que se le impone a los muchos sirve para vengarse de quienes los han oprimido.
LA MARAÑA GIGANTESCA DE LA
VERDAD Y EL PODER
Y así, en este mundo que dice buscar la verdad, hijo, lo que sobresale es la violencia. Y la violencia, se dice, es el arma de quienes no tienen la razón. ¿Te das cuenta, hijo, qué maraña tan gigantesca se arma?
A tus siete añitos de vida, hijo, tú deberías estar lidiando con la verdad de las hojas de otoño, con la de los peces que migran y con la organización de los pinguinos. Deberías estar preocupado por descifrar la edad de una piedra o contar las circunvalaciones en el tronco de un árbol que alguien ha cortado.
Por el milagro de la planta que sembraste y comenzó a dar retoños. Por el misterio que guarda un grano de maíz que estalla al calor hasta convertirse en una flor abierta.
Por las amplias avenidas del teclado de tu piano, sobre el cual tus manitos acostumbraban hacer variaciones musicales que luego nos regalabas. Por las sonoridades de tu batería que aprendiste a tocar casi desde que naciste. Por la floresta que ha sido tu vida, hasta que dispusieron de ella para sembrarle largas y grises edificaciones donde la gente grande y el poder se reúne a litigar sus propios conflictos y frustraciones.
ESTA CARTA ES SÓLO PARA
DECIRTE CUÁNTO TE AMO
Esta carta, Isaac Sebastián, es sólo para decirte cuánto te amo y para agradecerte que me hayas regalado de los días más hermosos de mi existencia, junto a tí, tu risa y tus encantamientos.
Mata
26 de noviembre del 2010
Etiquetas:
ABM El Libro del Chípili,
MS Carta a Isaac Sebastian
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario