¿Y por qué no comenzar el día, la semana, el mes con una ristra de versos, un gajito de palabras, un almacén de suspiros? ¿No podrán acaso esas claves enigmáticas, azuladas, musicales, guiarnos por el laberinto de este tiempo? Abrir el día con una ilusión, inventarle a la mañana un equipaje de luces, ir hacia la noche con el mágico asombro que se anida en las pupilas de un niño ¿no nos otorgará tal vez la simiente para enraizarnos en la vida que no en la ausencia?
Dice Flaubert, en Madame Bovary: la palabra humana es como un caldero cascado en el que tocamos melodías para hacer bailar a los osos, cuando quisiéramos conmover a las estrellas. (www.epdlp.com) ¿Y por qué no reparar ese caldero con minerales de ternura y aleaciones de amor para que de su hondo recinto salgan manjares hechos de estrellas, capaces de conmover al hombre?
Invitamos a una reflexión, o simplemente, a que el día comience en comunión con los pájaros, con el cielo, con las hojitas de hierba que sobreviven todo cemento, con la alegría que no se deja asfixiar por la furia de los odios, por esas ganas de convertirnos en actores de una sociedad de hermanos y no de cómplices.
Así que a partir de hoy, incluiremos textos para que les sirvan de equipaje frugal, en ese diario peregrinar para hacer de este terrible presente, un porvenir a la medida de la dulzura del hombre-humanidad, aún por construir.
Son bienvenidos a remitir comentarios, sugerencias y palabras encontradas bajo la infinita vigilia de los párpados. Hoy la iniciamos con este texto de Saint John Perse:
No es verdad que la vida pueda renegar de sí misma. Nada viviente procede de la nada, ni de la nada se enamora. Pero tampoco nada guarda forma ni medida bajo el incesante aflujo del Ser. La tragedia no finca en la metamorfosis misma. El verdadero drama del siglo está en la distancia que dejamos crecer entre el hombre temporal y el hombre intemporal. El hombre iluminado sobre una vertiente ¿irá acaso a oscurecerse en la otra? Y su maduración forzada, en una comunidad sin comunión, ¿no sería quizá una falsa madurez?
Al poeta indiviso tócale atestiguar entre nosotros la doble vocación del hombre. Y esto es alzar ante el espíritu un espejo más sensible a sus posibilidades espirituales. Es evocar en el siglo mismo una condición humana más digna del hombre original. Es asociar, en fin, más ampliamente el alma colectiva con la circulación de la energía espiritual en el mundo... Frente a la energía nuclear, la lámpara de arcilla del poeta ¿bastará para este fin? –Sí, si de la arcilla se acuerda el hombre.
Y ya es bastante, para el poeta, ser la mala conciencia de su tiempo.
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