cuajan sus horas sobre los
horizontes naranja de un azul
que no relumbra
y se recuestan en las auroras
buscando incendiar sus oscuranas
en la fosforescencia
de una despedida
Amanecen ennochecidos
los días sin asombro
que descienden del andén
de las tristezas para navegar
soledades en húmedos itinerarios
de lluvias que no llegan
No alcanzan la fiesta de
los mediodías las horas
que se apaciguan sobre silencios
sin intervalos de adagios
ni estruendos de celajes
sin dejar su estela
en el bajel de las risas
Y aún así somos
incandescencia fugaz
sobre noches que sueñan
días florecidos en tropel
de kyries en el si menor
de todas las lamentaciones
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