martes, enero 27, 2015
70 AÑOS DESPUÉS LA MASACRE CONTINÚA
Marc Chagall
No se extinguió el horror, ni siquiera por la memoria que hoy se quiere borrar. No se dio fin a la persecución, la masacre, el dolor. El hombre, por el contrario, ha aprendido a construir aún formas más sofisticadas de matar y de imponerse sobre otros. Y si entonces al hombre se le convirtió en un desecho, ahora no es más que un objeto prescindible, sin dolientes, sin estadísticas, sin misericordia. Y la memoria de ayer, para que cumpla su fin y su sentido, debe servir para aprehender el terror instalado, casi como algo natural, en estos tiempos que nos ha tocado sobrevivir.
Si hoy, que impera en el planeta el mayor de los
horrores, no detenemos esta destrucción y autodestruccion del hombre, el
exterminio será global. Si seguimos apegados a la ley de la violencia
permanente, quedaremos atrapados en ella, sin posibilidad alguna de sobrevivir.
Si no avanzamos hacia un nuevo estadio de la vida, sólo quedará la muerte como
huella de este vasto naufragio que ha sido la prehistoria de la humanidad.
Una labor que no la pueden acometer los dueños de los
poderes ni quienes aspiran a ellos. Sólo el hombre, organizado, prevalido de
su ternura y de su humana condición, consciente de sus poderes creadores, de su
capacidad ilimitada para alcanzar todo lo que se proponga, derrochador de
virtudes, sembrador de ilusiones, repartidor de sueños y paciente reparador de
malignidades, persistente horadador de muros y de cercas, constructor de
solares que dan de beber a los pájaros y de comer a los niños que saben de
alturas por la dimensión de los árboles en los que se trepan para atrapar el
cielo entre sus pupilas.
Sólo ese hombre, que está repartido por todo el
planeta, que no tiene rostro aún, ni nombre ni sepultura conocida, pero que
trabaja hora a hora su dolor, sin clausurar los cerrojos de la casa que no
tiene, sin recoger la mesa servida de sus carencias que sin embargo alcanza al
que llegue, sin esa carga de odios que sólo sirve para matar al otro que somos,
podrá avanzar en esos caminos. Basta reclutarlo o que nos reclute para esta
tarea gigantesca y simple de vivir como hermanos, cautivados por el misterio de
todo lo que aún no conocemos, y que nos aguarda para que al fin alcancemos
nuestra humana condición.
En cada uno de nosotros está la posibilidad única de
convocar ese espíritu vital, o terminar de liquidarlo definitivamente. Ese es
el deslinde real al cual debemos comprometernos. Para que la memoria tenga sentido y para que, al decir, de Leonard Bernstein, en su Kaddish, magnificado, alabado y
glorificado sea el gran nombre del Hombre, por siempre y para siempre. Amén.
mery sananes / enero 2009
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