jueves, enero 15, 2015
UN AMOR SIN ROTURAS
UN AMOR SIN ROTURAS
para Isaac Sebastián
UNA CARTA QUE NO SEA UNA HERIDA
Cómo escribirte una carta que no sea una herida, un largo sollozo, la
confirmación de los años expropiados al amor. Cómo explicarte sin que el pozo
profundo de tus ojos, que antes destilaban alegrías, ahora se turben de
tristeza.
Cómo arroparte con un abrazo que te quite toda pesadumbre y te devuelva
el candor de tus años niños. Cómo dibujar otra vez en tu rostro aquel asombro
que te convertía en un aventurero de todo lo que vive.
CÓMO ESPANTAR TANTO ODIO CONTENIDO
Cómo parir un milagro que espante tanto odio contenido, que abra un
camino que te retorne al regazo de la madre, que desenvuelva las mentiras sin
dañar a nadie, que te dé la libertad de ser quien eres, que te aleje de
maledicencias y pueda podar las hiedras venenosas que te sembraron en el alma,
para que no tengas ni un instante de resplandor.
No creo haber escrito una carta más difícil que ésta, hijo del alma. Porque
sólo tengo para acudir ante ti aquel amor primero que nació cuando irrumpiste
célula en movimiento para sembrarte en la piel de tu madre.
NO HAY MEMORIA QUE NO HAYA QUEDADO GRABADA
Recuerdo como si fuera hoy todo el recorrido hasta este día de enero en
el que aquel rostro dibujado en blanco y negro se tornaba un estremecimiento
del tamaño de tus suspiros.
Tu cordón estaba unido al de tu madre. Pero a mí estabas unido
doblemente. Sobre mi pecho y el de tu madre recogimos todos tus espasmos, hasta
que te dormías con una sonrisa. No hay memoria que no haya quedado grabada en los días de verte
crecer.
Diminuto como estabas te llevamos a tu otra casa, la del país de tu
madre, la de tu tío jeijei y tu tía ciput, la de tu akami. Y allí aprendiste a nadar por primera vez y a enviar
la pelota de balompié a puerto seguro. Allí recorriste el jardín botánico y
aprendiste a distinguir los colores de los lirios en el estanque y a llenarte
de espiguitas mágicas y de una lluvia encantada que te empapó hasta las ganas
de ser guijarro o pez.
NO HUBO DÍAS SIN UNA ESTELA DE ALEGRÍAS
No hubo días que no dejaran una estela de alegrías circundadas por
aquellos racimos de flores que recogías para llevárselos a tu madre. Nos
comíamos el cielo como si fuesen gajitos de naranja. Sorprendíamos a la luna y
a las estrellas con nuestras pupilas de descubrir cometas fugaces.
No había diámetro de tierra que tu curiosidad no recorriera mientras me
hacías preguntas sobre el trabajo de las hormigas, el sombrero de los hongos,
el nidal de los pájaros, el envés de las hojas, la corteza de los árboles, el
canto de los sapitos.
Hacías el recorrido del sol desde el primer rayito que alcanzaba tu
ventana y lo seguías, como aquel día que te conseguiste con tu propia sombra. Y
comenzamos a dibujar en el piso tu primer reloj solar.
LOS GOLES DE TU RISA ENTRE MIS MANOS TEJEDORAS
Qué me haría sin el recuerdo de aquellos estrechos corredores en los
cuales tú yo reinventamos la dimensión de los espacios para que tú pudieras
meter los goles de tu risa entre mis manos tejedoras.
O cuando por vez primera vestiste tu uniforme de beisbolero, mientras tu
madre y yo aupábamos cada uno de tus lanzamientos o tus largos batazos al fondo
del campo.
Cómo sobreviviríamos tu ausencia hijo sino fuera por recordar a tu
madre, cargada en su interior con unos inquietos morochos, mientras desandaba
las gradas para verte nadar.
LOS GUIJARROS DE TU PARQUE
Tal vez una de las memorias más hermosas, hijitivo de la vida, es la de
verte en el parque jugando a dibujarle círculos concéntricos al agua, armado de tus diminutos guijarros. De ver tus
primeros pasos sobre un triciclo o escucharte cuando te abalanzaste sobre los
columpios de tu risa.
Lleno estaban los días de aquellos ojos que crecían cada vez que se
maravillaban de algo que descubrías bordado en el cielo de los atardeceres
naranja de esta ciudad en la que naciste.
Y fue aquel primer día tuyo en la escuela, mientras tu madre y yo, te
mirábamos a través de una ventanilla, sin fuerzas para irnos, mientras nos
parecía que algo esencial se quebraba al dejarte allí. Y cómo apresurábamos
luego las horas para irte a buscar y aguardar aquel abrazo lleno de ternezas
que recibíamos de tus brazos de pan de avena.
Juntos leímos los primeros libros, con tu madre aprendiste a cantar y a
bailar, mientras hacías filigranas sobre un piano y hacías resonar con tus
palitos una batería más grande que tú. Guardábamos secretos debajo de las
almohadas y nuestro andar era el de un sonajero.
HASTA QUE TE CONVIRTIERON EN INSTRUMENTO DE UN PLEITO
QUE NO ERA TUYO
Hasta que un día, hijitivo, te convirtieron en instrumento de un pleito
que no era tuyo. Envenenaron los latidos de tu corazón, amarraron tus ganas de
abrazar y te hicieron tragar una enorme dosis de falacias y mentiras. Te
sometieron con todo tipo de instrumentos.
Te hicieron ver llamas donde sólo había una pavesa. Llenaron tu cabeza
hecha de fábulas y encantamientos, con expedientes y demandas, amenazas y
perjurios, derramaron sobre ti testimonios inescrupulosos que te viste obligado
a creer, te quitaron todo aliento y te dejaron sinsabores.
TODO TE LO ROBARON Y TE TRANSFORMARON EN UN DISPARO DIIRGIDO AL CORAZÓN DE TU MADRE
Te hicieron mentir hasta que terminaste creyendo tus propias mentiras.
Te robaron todo lo que en ti era niño, inocencia y amor. Y te transformaron en
un ser con un llanto contenido entre los párpados, un dolor atenazante entre el
costillar, y una duda que no lograbas resolver, porque secuestraron tus sueños,
tus necesidades, tus requerimientos afectivos, y te transformaron en un disparo
dirigido al centro del corazón de tu madre y el mío.
Y DESDE ENTONCES QUEDÓ RESQUEBRAJADA TU ARMADURA DE
RISAS
Y desde entonces se perdió la firmeza de tus pasos. Quedó resquebrajada
tu armadura de risas, y quedaste a solas con un deber impuesto, un temor
inmenso, fracturado tu espíritu, obligado a recoger restos de alegrías que a
otros les sobraban.
Y a tu madre y a mí el vivir se nos volvió una larga, terrible, cruenta
odisea de sobrevivir a orillas de un poder capaz de comprarlo todo.
Cómo entonces íbamos a celebrarte este cumpleaños, el primero después de
cuatro años en el que pudimos de nuevo amanecer juntos y abrir de nuevo por
apenas unos segundos, la ventanita de los sueños, antes que tuvieras que
regresar de nuevo al corredor formal de
atuendos que te son ajenos, pero que imputan como tuyos, en el falso apostolado
de una religión sin alma.
HOY SÓLO ESTÁ LA HERIDA ABIERTA DE VER TU HERIDA
Te clavaron hasta en los sueños un discurso que no era tuyo y que ni una
caricia de tu madre logra disipar. Por eso, hijitivo, no hay templanza ni
armonía, sino la herida abierta de ver tu herida y estar impedidos de poder ir
a cobijarte, a devolverle a tu corazón su sembradío de aguamiel.
AQUÍ QUEDA UN AMOR SIN ROTURAS QUE AGUARDA UN REENCUENTRO SIN ATADURAS
Sin embargo, hijo, aquí seguiremos empeñados en ganar una batalla
perdida. En estos destrozos encontrarás siempre, al igual que los chipilines,
el regazo de donde partieron, el amor infinito que se derramó sobre la vida
cuando irrumpieron como lo que son y siempre serán: la razón de nuestra
existencia, el fundamento esencial del vivir, el apostolado de un amor sin
roturas, que aguarda paciente y perseverantemente el día de un reencuentro sin
ataduras, en el cual pueda correr otra vez libremente la alegría en el
territorio de la ilusión y las bienaventuranzas.
Tu mata
15 de enero del 2015
Etiquetas:
MS Cartas - A Isaac Sebastián
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