A Pedro Veyrat
el abuelo jardinero
en cuyas manos amorosas
nació hace más de cien años
esta rosa valenciana
y a su nieto Miguel Veyrat
hortelano de una palabra
frugal y nocturna
¿Sabrán los rosedales de este sur
que hay rosas allá en el oeste del
mediterráneo a las que le crecen
los pétalos como si fuesen los rizos
de una mata de perejil y que su savia
les da un aroma de confitura de
membrillo y atardecer?
¿Sabrán las rosas de Pedro Veyrat
que en este norte caribe nacen
las flores danzando al son del mismo
suspiro que les regaló su oleaje marino?
Entre ambas descifran cada mañana
el laberinto singular y plural arduo
y distinto del tiempo que es de uno
y es de todos
Y ambas saben que como el poeta
sus espinas no son espadas en la guerra
sino dúlcimos ramajes para prenderse
del viento del siempre y del todo
mery sananes
18 de junio del 2015
SOY
Soy el que sabe que
no es menos vano
que el vano observador
que en el espejo
de silencio y
cristal sigue el reflejoLAS ROSAS
o el cuerpo (da lo mismo) del
hermano.
Soy, tácitos amigos, el que sabe
que no hay otra venganza que el olvido
ni otro perdón. Un dios ha concedido
al odio humano esta curiosa llave.
Soy el que pese a tan ilustres modos
de errar, no ha descifrado el laberinto
singular y plural, arduo y distinto,
del tiempo, que es de uno y es de todos.
Soy el que es nadie, el que no fue una espada
en la guerra. Soy eco, olvido, nada.
Borges, De La Rosa
Profunda
En el invernadero de mi abuelo Pedro Veyrat, hace más de cien años, él creó esta rosa desde otras menos hermosas. Miguel Veyrat
Mi abuelo -dice- había nacido a orillas de un glaciar, en el Alpe de Venosc, Alta Saboya. Deslumbrado por el sur bajó hasta las costas mediterráneas y allá se quedó trazando jardines y creando nuevas flores.
Miguel colocó en FB la foto de la rosa de su abuelo y la acompañó con este poema de Borges. De allí tomé ambos para juntar su rosa a las nuestras silvestres, caribes, oceánicas y rebeldes como ella.
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