martes, octubre 20, 2015

LAS HOJAS NO CAEN...SE SUELTAN


  

Este texto me acaba de llegar 
a ese buzón mágico que llenan los afectos
y su contenido es no sólo producto
de la percepción del otoño
sino de como cada esencia de la naturaleza
se conecta con nosotros para dejarnos
una lección un código una clave
para que el vivir adquiera su sentido
trascendente


Lo comparto como se comparte
todo aquello que nos conmueve
Llegó a mí de manos de un ser
excepcional mágico trashumante
que se llama Zaira Andrade
ese ser que nada deja caer
y que se entrega permanentemente
a la sinfonía del viento en un indecible
canto de libertad para todos y
cada uno de los árboles humanos
que somos


LAS HOJAS NO CAEN...SE SUELTAN

 

Siempre me ha parecido espectacular la caída de una hoja.

Ahora, sin embargo, me doy cuenta que ninguna hoja “se cae” sino que llegado el escenario del otoño inicia la danza maravillosa del soltarse.

Cada hoja que se suelta es una invitación a nuestra predisposición al desprendimiento.

Las hojas no caen, se desprenden en un gesto supremo de generosidad y profundo de sabiduría.

La hoja que no se aferra a la rama y se lanza al vacío del aire sabe del latido profundo de una vida que está siempre en movimiento y en actitud de renovación.



La hoja que se suelta comprende y acepta que el espacio vacío dejado por ella es la matriz generosa que albergará el brote de una nueva hoja.

La coreografía de las hojas soltándose y abandonándose a la sinfonía del viento traza un indecible canto de libertad y supone una interpelación constante y contundente para todos y cada uno de los árboles humanos que somos nosotros.

Cada hoja al aire que me está susurrando al oído del alma ¡ suéltate !, ¡ entrégate !, ¡ abandónate !  y   ¡ confía !.

Cada hoja que se desata queda unida invisible y sutilmente a la brisa de su propia entrega y libertad.

Con este gesto la hoja realiza su más impresionante movimiento de creatividad ya que con él está gestando el irrumpir de una próxima primavera.



Reconozco y confieso públicamente, ante este público de hojas moviéndose al compás del aire de la mañana, que soy un árbol al que le cuesta soltar muchas de sus hojas. Tengo miedo ante la incertidumbre del nuevo brote.

Me siento tan cómodo y seguro con estas hojas predecibles, con estos hábitos perennes, con estas conductas fijadas, con estos pensamientos arraigados, con este entorno ya conocido…

Quiero, en este tiempo, sumarme a esa sabiduría, generosidad y belleza de las hojas que  “se dejan caer”.

Quiero lanzarme a este abismo otoñal que me sumerge en un auténtico espacio de fe, confianza, esplendidez y donación.




Sé que cuando soy yo quien se suelta, desde su propia consciencia y libertad, el desprenderse de la rama es mucho menos doloroso y más hermoso.

Sólo las hojas que se resisten, que niegan lo obvio, tendrán que ser arrancadas por un viento mucho más agresivo e impetuoso y caerán al suelo por el peso de su propio dolor.

remitido por José Páez
texto original de José María Toro
de su libro La Sabiduria de la Vida






fotos / mery sananes


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