martes, febrero 14, 2017
UN POEMA HECHO CANTO
Una vez más, Zaira la Maga, le dispara una
saeta de colibríes al corazón de la tierra. Le derrama agua de tinajero al
planeta. Llena el alma de los niños con cantos que sólo pueden salir de ellos
mismos.
Ella
los recoge, y en el pilón de sus dedos, los amalgama con agua de lluvia, los
cose con hilos de lumbre, y luego los borda en una partitura, una vez que los
ha llenado, como si fuera una tapara, con sonoridad de peonías.
Su
capacidad jardinera no tiene límites. Su derroche de ternura no se detiene. Su
entrega permanente es un río ingresando a la mar.
Hoy
me escribe esta historia: "un día, de esos privilegiados, cuando cumplo
años de vida y lo celebro a todo dar, y estando en plena vida activa, la fiesta
transcurría en el saloncito del piano, con micrófono incorporado, y cada quien
recitaba, cantaba, tocaba, chisteaba. Y yo, con micrófono en mano, recité un
poema que le había escrito a Bacha, mi hija segunda, cuando tenía 17 años.
Y
en ese momento llegaba Pedro Parayma con alguien que traía un cuatro, Guillermo
Jimenez Leal, un cantautor barinés, quien escuchó mi poema. Y al concluir
Guillermo me llevó al meson de la cocina y me dijo: copias ya ese poema y lo
metes en la boca de este cuatro. Todo lo que entra allí se convierte en música.
Y así lo hice. Pasaron cuatro años y un día me hizo llegar el poema
musicado y cantada por él."
La
embustería estaba más que hecha. Y aquí dejo el poema y la interpretación de
Guillermo Jiménez Leal, quien le puso más que corazón a este canto.
Y a quienes aquí se asomen les dejo el arrobamiento que produce esta historia, este poema, ese gesto y este canto. mery sananes
Mi niña linda se duerme
con un rumor de chicharras
mientras las gotas menudas
se bañan en la tinaja
las rejas del tinajero
encierran pájaros de agua
Para que mi niña sueñe
hoy bajó de la montaña
un burrito amanecido
con dos cántaros de plata
donde reflejó la luna
su silencio de distancias
Para que mi niña ría
yo recojo paraparas
y semillas de peonía
Con plumas de garza blanca
soplo vellones de nubes
junto al jazmín de su cara
Para que mi niña juegue
en tapara agujereada
echo a volar cien cocuyos
y con la luz apagada
me pongo a jugar con ella
en la noche solitaria
zaira andrade
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