viernes, marzo 20, 2009

EMBUSTERÍAS DE ELIZABETH SCHON




Este fragmento del libro El abuelo, la cesta y el mar, de la poeta Elizabeth Schon, llegó a nuestros predios como los aguaceritos, soliviantando la ternura de la tierra, trazándole a los cristales la sonoridad de las lágrimas que aún no se han derramado.

Apareció como los dinosaurios retomando una memoria que sobrevivió los avatares de su tiempo de diluvios y marejadas.

Como una circunvalación inesperada que trajo una palabra-poema guardada desde hace mucho en los anaqueles que dan de comer a los niños.

Elizabeth Schon, ida apenas hace dos años a los cielos de su identidad, reaparece de manos de René Rodríguez Soriano, un poeta dominicano, enamorado de las lejanías, que va a toda marcha, sentimiento en ristre, echando anclas en las librerías de una ciudad alejada de su aldea, pero que sabe mucho de mares.

Y a través de esas aguas nos ha enviado como ofrenda un ramillete de espinas que, al decir del abuelo, son valles muy secos con sed de ríos y océanos, o simplemente un delirio de las ramas para retener la savia, que es al árbol o la flor, como la palabra al corazón que sabe de silencios.

Una nueva embustería para iluminar los afectos, trazarle coordenadas a la vida y hacer del suspiro, la espina alada que cuide los sueños de todos los niños que saben escuchar a los abuelos. MS

EL ABUELO, LA CESTA Y EL MAR (fragmento)
ELIZABETH SCHON

Había llenado mi cesta con espinas. Cogí una y se la di al abuelo. La espina era larga y tenía una punta muy aguda. El abuelo comenzó a acariciarla. --¡Cuidado, te puede herir! --le dije asustada pero rió y riendo me dijo:

--¿Por qué le temes tanto a las espina? Las espinas no son otra cosa que valles muy secos, muy áridos que, desesperadamente, buscan el agua fresca del río--. Y la colocó de nuevo en la cesta. Vi el mar, el mar era inmenso. Rápidamente cogí mi cesta llena de espinas y las lancé hacia la espuma totalmente poblada de sol y viento.

Soy insistente y le dije: --Si las espinas necesitan tanto del agua, ¿por qué no se aquietan cuando llueve?

--¿Te has olvidado que algunas nacen en las cortezas, en los tallos de ciertas plantas y árboles que, para ver el espacio, el sol, tienen que atravesar las marañas inmensas de las selvas?

Al día siguiente le repliqué: --¿Quiere decir que las espinas son necesarias?

El abuelo me acarició la frente: --A veces es difícil convencer con palabras --dijo-- por lo tanto, si te tropiezas con ellas, es mejor que te les acerques y no les temas; mira donde nacen, observa su corteza, lo agudo de su punta, lo ancho y largo del tallo, el ramaje que las sostiene y así sabrás, por ti misma, si son necesarias o si brotan para retener la sencilla savia de sus raíces. Cogí un erizo y le arranqué las espinas. Una pulpa, fresca y brillante, apareció en su concavidad y yo sólo miré el diamante que la corriente arroja hacia la orilla.


Fragmento de documental de 25 minutos, escrito, dirigido y fotografiado por Andrea López, sobre la poetisa venezolana Elizabeth Schon. El documental fue producido por las Unidades Móviles de producción Audiovisual del CONAC en el 2005.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Me encanta Elizabeth Schön, es tan sencilla y densa al mismo tiempo...