miércoles, marzo 25, 2009

DEL RELOJ AL TIEMPO CÓSMICO


Hace algunos días colocamos, en la columna derecha de estas Embusterías, y haciendo uso de la cantidad de opciones tecnológicas a disposición,  la imagen de un reloj, que pausadamente iba señalando un horario circunscrito a la zona a la que pertenece Venezuela. Tuve conciencia, en ese momento de que más allá de los relojes, el tiempo lo miden los amaneceres y los atardeceres y que si nuestro fuera el planeta de El Principito, bastaría con mover la silla para ver de nuevo aparecer el sol que apenas acababa de desaparecer.

Por alguna razón, sin embargo,  estaba midiendo las horas más con la prisa del piloto que con la nostalgia de eternidad de aquel pequeño niño. En verdad, qué habríamos de medir? La respuesta vino pronto. El creador de los blogs La rana verde, El pájaro amarillo, El vuelo del azulejo y El hilo de cometa, quien es además parte esencial de estas Embusterías, al observarlo, procedió a escribirnos lo siguiente:

Compañera del alma... Su día: ¡pura poesía! que es todos los días... ¿Que le pasó? ¡QUÉ DIABLOS HACE ESE RELOJ ALLÍ! ¿Acaso, las Embusterías necesitan de reloj, requieren que se les mida el tiempo? El día en que una Embustería lo necesite -por ínfima que sea-, sencillamente desaparece, simplemente la vida se hace irrescatable.




Porque ¿qué tiempo necesitamos medir y para qué necesitamos medirlo? Nosotros -los cazadores de embusterias, los que cabalgamos en pájaros amarillos, soltándole el hilo a un cometa, siguiéndole el vuelo a los azulejos, enfrascados en descifrar el secreto del croar de las ranitas verdes, vivimos para el tiempo, espacio, universo, pero no el que se enclaustra en las diminutas dimensiones de un ser que aún no se habita a sí mismo, sino tiempo, espacio, universo cósmicos.



¡Compañera del alma somos seres cósmicos, y los cósmicos no necesitamos de reloj! ¿O es que alguna pupila de niño necesita reloj, medición del tiempo, para que su iris sea el mismo universo?



¿Acaso, se convirtió en un Adulto? Son los Adultos los que necesitan reloj... ¡Ante la poesía, y por la poesía, protesto por ese el reloj!...




Su mensaje, sencillo, directo y radical como toda embustería, me hizo una indicación que acepto plenamente. En verdad, algún equívoco horario se debe haber entremezclado, que no se mide por las pupilas de los niños. Algún calendario que no se rige por las dimensiones astrales de cielos inéditos. Porque en las embusterías ciertamente no hay espacio para un reloj. Lo que ellas contienen  no pertenece al mundo de las prisas ni a las cuestiones circunstanciales que se miden, agrupan, y disciernen por marcos de fecha y fronteras de tiempo.




La belleza de las pupilas de un niño es inagotable. Su imaginación ilimitada. Su esencia abarca la magnitud del universo conocido y por conocer. Su umbral es el misterio y los milagros. Su razón de ser, la que aún no encontramos en nuestra humanidad en desuso. En consecuencia, he recibido el reclamo y he procedido a retirar de inmediato ese reloj.


Ojalá sirva esta advertencia para que cada uno de nosotros pueda, en su vasto repertorio de asombros,  suprimir los relojes que nos atan y detienen,  encierran y miden hasta el momento de nuestras despedidas, para liberar nuestras fuerzas interiores. Esas que continuarán sus migraciones por los cielos de la vida, en forma de átomo, célula, pájaro, nebulosa o polvo cósmico, reinventando la alegría en medio de los arcoiris, de las dunas de marte, de los columpios que se dibujan en la superficie de las lunas, y de ese océano vasto que se asoma a los párpados de los niños a la hora de escribir sus embusterías en los filos de días que no concluyen. MS

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