El Ávila por Manuel Cabré
Waraira Repano
a Caracas
escrito en el 2009, publicado el 25 de julio del 2013
y diez años después sigue creciendo ese riel indetenible
Sobreviven altivas las colinas
olvidadas de una ciudad que se levanta
sin mirar sus cauces de agua
ni el ramaje roto de un árbol que ya no está
Sobrevive el crepúsculo por encima
de las torres más altas como un río
de fuego que atraviesa el azul para
prender de incandescencias el silencio
Sobreviven las mañanas que se cuelan
entre los jirones de la vida que se escapa
como si escribieran cada día una elipse
de huertos irreverentes
Sobrevive la noche más allá de todo
desasosiego y tiempo fustigado
como una mesa servida de luceros
que ya no brillan ni se derraman
sobre los párpados sino que quedan
retenidos en la urdimbre de un encaje
que no les pertenece
Sobrevive la estación menguante
de una luna que de pronto se refugia
en un dedal de lluvia o en un sonajero
de cristal para acampar en los andenes
desde donde esparcen los niños sus risas
y escancian sus besos los enamorados
Sobrevive entre rostros desasistidos
y azafates vacíos un tumulto de
sonrisas improvisadas que cabalgan
sobre el riel de la tristeza
que de pronto se posa sobre
los contornos de una alegría pasajera
Sobreviven aún detrás de las cercas
enredaderas de jazmines y racimos de mangos
y guayabas que se resisten a toda sequía
y que se derraman oferentes sobre el asfalto
como un manjar que se regala al transeúnte
que aún no huye de sus resurrecciones
Sobrevive el aroma de un café que ya no
probamos encerrados los granos en máquinas
que le roban su genética de fogón y panela
Sobreviven solitarios los caminos
por los que inventamos expediciones
al interior de los agujeros de las hormigas
o al tránsito de las chicharras
pero ya no resuena en el pliegue izquierdo
de la ilusión el melódico silencio
de los bosques sin talar
Sobreviven los pájaros a pesar
de que ya no tienen donde colgar sus nidos
o guindar el acorde de sus trinos
pero siempre regresan como si en sus picos
llevaran la clave de la vida que
hemos perdido y aún en las madrugadas
se puede escuchar su enigmático alfabeto
repitiendo una lección que no entendemos
Pero no sobrevive el agua de los estanques
donde alguna vez navegaron en barquitos
de papel nuestras ganas oceánicas de
derramarnos más allá de los linderos
hasta alcanzar el río que nos llevara
otra vez a la cima de las colinas
Ni sobreviven los columpios porque
alguien se los llevó sin saber que al
fundir esos metales se esfumaba
en instantes un tropel de porvenires
Sólo nos queda la ciudad sobreviviente
que lleva a cuestas rostros sin vida
sumergidos en un ir y venir que deforma
los cantos de armonía empeñados
en llegar antes o en partir de primeros
sin saber a dónde vamos ni qué haremos
una vez que descendamos del andén
de las penas y las heridas
Nos han robado la respiración
de la que se nutren los arbustos y las mariposas
nos han talado la risa como a los árboles
nos han dejado sólo el ruido circense
de los escenarios vacíos y la huella triste
de la vestimenta inútil de los otros
nos han silenciado hasta el grito
dejándonos sólo con una
lágrima
disecada a la que le han quitado
su travesía de agua y de río
Y la ciudad se ha ido con nosotros
a los vagones del desahucio que no
arriban a horizonte alguno
Y sin embargo la ciudad la llevamos
clavada en el llanto que no brota
en la mirada que dibuja de nuevo las colinas
en el suspiro que viaja cada atardecer
en dirección al país de las nostalgias
a sabiendas que de aquí jamás
partiremos porque es nuestro el solar
y el huerto y es nuestra la dimensión
de la tragedia que algún día cesará
mery sananes
agosto 2009
y publicada el
25 de julio del 2013
Serenata Caraquena
escrita por Manuel Enrique Pérez Díaz
interretada por la Orquesta de
Aldemaro Romero
3 comentarios:
Bella elegía brotada del hondón de la nostalgia. Abrabesos, Mery.
Hermoso poema, Mery... La pretérita ciudad vive en nosotros, la ciudad de la memoria, pero también la utópica, la añorada, la posible...
Me has llevado a recordar unos rasguños que tienen que ver con "nuestra" ciudad.
Te los dedico:
(Escrito el 29 de diciembre de 2008)
Llevo varios días con una visión atragantada entre la boca y el corazón. Visión que ha tomado la forma de palabras divagando entre susurros. Intentaré plasmar esto en el papel, pues no estoy de ánimo para estarme guardando cosas…
.
Es 23 de diciembre y es apenas
hoy cuando, absorto en un autobús,
veo a la luz del sol
dignarse a encender
las arboladas huestes del Ávila,
como puntual e inexorablemente
solía hacer cada año
en los inicios decembrinos
con nuestra mágica montaña
y los cielos circundantes.
La inflexión de sus luces
dio realeza a los aires,
vertió candor al verdor de la montaña,
colmando de vida los tonos ocres
y azules de sus laderas,
y los árboles más parecían
ser hordas de guerreros
gritando felices,
al enterarse que se ha firmado
el pacto que sellará la paz.
Mi país y mi ciudad
han sido azotados
por las inclemencias
de un gris temporal.
Y sus gentes parecieran
haberse acostumbrado
a teñir sus rostros de gris.
Ojalá y se iluminaran
como los árboles de mi montaña…
...
Un abrazo.
Un poema para recapacitar pero la nostalgia revivirá todo lo que con pesar recuerdas.
Es un canto nostalgioso y esperanzado.
Es una obligación no olvidar para renacer
Emocionante .
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