Pablo Picasso
Ramón Santaella reside en estos predios
de embusterías desde que comenzó a desplegar sus velámenes hace unos cuantos
años. Antes de eso, ya habíamos compartido
recintos de sueños por décadas, en una Universidad que aspiraba vencer las
sombras.
Entre los pasillos de la Escuela de
Letras y los de la Escuela de Geografía,
en las antiguas residencias estudiantiles, luego convertidas en
Instituto de Investigaciones, fuimos enhebrando ciencia y poesía. Ramón le
sacaba versos a cualquier relieve de la corteza terrestre, al aroma de una flor
sin nombre, como las de Luis Mariano Rivera, a la extensa caligrafía de las
aguas y los mares. Yo hacía de los libros veleritos de papel para irme de viaje
a todas las geografías del dolor. Nos juntábamos en esa quimera de convertir la
geografía en una verdadera casa del hombre y en hacer de la literatura mucho
más que un gusto o una postura literaria.
Alguna vez llegamos a creer que los
disparos podían abrirle brechas al porvenir. Luego aprendimos que el disparo
siempre asesina y que asesinar de vuelta nos colocaba en el mismo y terrible
sitial del criminal.
Pero no desistimos de nuestros sueños,
ni de nuestros esfuerzos. Perseverantes por naturaleza, rescatadores de rituales,
cosechábamos amaneceres como si fueran campos de maíz. Y con las largas noches de penuria
dibujábamos incansables mapas estelares.
Hoy Ramón me envía esta carta a su
madre, que en su brevedad contiene un tratado de sabiduría y que no hace sino
corroborar la función que nos impusimos y la que nos enseñaron quienes nos parieron. Y así se lo expresé:
Tus palabras, como siempre, vienen del
alma. Más aún cuando te toca poner en voz alta ese intercambio amoroso con la
madre, que nunca dejamos de tener. La retrata a ella, y te retrata a tí,
retrata a tu padre y a los tuyos. Y sobre todo ese andar tan difícil, nuestro,
que hemos aprendido a sobrellevar precisamente porque contamos con esas
lecciones sencillas, que nos dieron con el ejemplo y con el amor.
Una escuela que lamentablemente se va
perdiendo, por más sembradores que hemos tratado de ser. Esa imagen que
delineas tan hermosamente de tu madre, es la que haría falta en cada hogar, en
cada casa, para que el mundo fuese diferente. Se han roto los cordones
umbilicales con la vida, los valores, lo esencial. Lo hemos cambiado por toda
suerte de baratijas, de formalidades que no nos dejan sino vacío.
Por eso me gusta tanto tu papel. Nos
llamarán ilusos, tal vez tontos. Porque si las madres no son recordadas en
vida, imagínate pensar que uno las atesora cada día siempre. Pero esos son
precisamente nuestros alijos más valiosos y los que intentamos dejar a nuestros
hijos y a los hijos de nuestros hijos, por más arremetidas que sobrevengan.
Tu texto, como todos los tuyos, Ramón,
me conmueve en profundidad. No porque descubra algo que ya sabía desde hace
muchisimos años, sino porque siempre es una alegría para el espíritu verlo
retoñar en palabras tan especiales como éstas.
Uno quisiera ser para los hijos esa
figura que allí retratas. Dejar esas huellas que no se borran. Bordar esas
lecciones que son guía y camino. Gracias por permitirme tener un afecto así de
grande como el tuyo y saber que otra vida, otro mundo, otro tiempo es posible,
aunque no lo veamos nosotros. Mucho que te quiero, mi dulce Ramón.
mery sananes
Maracay,
1 de Octubre de 2013.
María Remigia Yegres de Santaella
Cualquier rincón del Cielo
Presente.
Querida y siempre recordada madre,
hoy habrías cumplido 103 años de edad entre los mortales y hace 6 meses y 23
días cumpliste 5 años de edad celestial; tus hijos están agradecidos con el
tiempo porque nos permitió disfrutarte como niños, adolescentes, adultos y
adultos mayores (está prohibido decir viejos). Estamos seguros que no
recordarás haber vivido casi un siglo entre los mortales, porque los espíritus
extravían la memoria en el tránsito sublime de la expiración; se dice entre
gente de poca edad que 100 años son suficientes para vivir; especialmente,
cuando son vividos con salud y pocas vicisitudes críticas, pero cuando sumamos
tiempo, esos 100 años pudieran resultar escasos, fundamentalmente, porque los
humanos somos insaciables y siempre queremos más de lo que hayamos podido
lograr en la vida, olvidando la necesidad y deber de agradecer a la vida misma
por todo cuanto hemos recibido de ella.
Estamos seguros que de haber podido
continuar existiendo entre nosotros en cuerpo y alma, habrías exigido salud
como lo venías haciendo más allá de los últimos 10 años de vida pero, también
agradecías al Ser Supremo, por la existencia concedida, porque siempre fuiste
agradecida como amante de la esperanza, y si bien es cierto que la vida te
brindó problemas o situaciones difíciles de confrontar y superar, muchos fueron
los momentos de satisfacción brindados.
En consecuencia, el don de la vida
se lo agradecemos a ustedes, nuestros padres, a Dios, al Universo, a quien cada
una de nuestras particularidades desee hacerlo, pero resulta necesario
agradecer a diario con cada amanecer, con
cada despertar; se trata de un agradecimiento infinito al tiempo de las
edades concedidas, aparte de las circunstancias que conspiran en favor de
nuestras desgracias o derrotas, porque estas forman parte importante de nuestra
existencia, convertidas en factores, causas o incentivos de la lucha que
debemos emprender para resolver por nuestra cuenta, sin culpar a nadie, más que
a nosotros mismos, guardianes de nuestra existencia.
Necesario es reconocer nuestro máximo deber
de agradecimiento por cada una de las victorias obtenidas; esto lo aprendimos
de ustedes, de ti y de papá, maestros de vida, a quienes agradeceremos
eternamente cada una de nuestras victorias existenciales, más allá de posibles
acusaciones y juicios de culpabilidad por nuestras derrotas, porque sus
enseñanzas trascendieron cada una de las circunstancias vividas.
Entendemos que tu nueva memoria celestial, te
haya impuesto el divorcio a todo compromiso terrenal, razón por la cual te
escribimos periódicamente, intentando incentivar, más que tus recuerdos, la
permanencia en nosotros de tu don espiritual como el de papá, Yolanda y Dady.
En verdad, no quiero abrumarte con tanto
palabrerío y prefiero pensar o tal vez, soñar: Posiblemente, Dady ha
encomendado a Yolanda, la construcción de una hermosa muñeca como las que
acostumbraba regalarte en tus cumpleaños o días de las madres; posiblemente,
baile para ti, un bello flamenco español y a papá lo veo buscando a tres
compañeros para emprender una jornada de dominó para no fastidiarse en la
reunión. No olvides la invitación a los Márquez Rodríguez, a los hermanos de
papá y no olvides endulzar la bebida refrescante que armonizará el festejo, con
aguamiel o néctares de azahares.
Acá en la tierra que dejaste, todo marcha
como han querido los gobernantes; según los llamados “profetas del desastre”
que varían para cada gobierno de turno, “es lo que nos merecemos”; en tal
sentido, desconocemos hasta cuándo
reinará tal situación, pero, aun cuando estamos por el suelo con tantas
necesidades acumuladas, dicen que “tenemos Patria”, ¿Qué tal?
La verdad es que esta situación es tan compleja
que pocos son los venezolanos reflexivos que han llegado a entenderla y
comprenderla.
Posiblemente has tenido noticias de Esteban
de Jesús, desconocemos su paradero y nos gustaría conocer de ti, tal
información, porque acá lo nombran “Comandante infinito”, “Comandante Supremo”
, “Nuevo Padre de la Patria” y de paso, se está haciendo todo lo posible desde
el punto de vista político y económico con miras a beatificarlo y alcance en el
menor tiempo posible, la santificación; la presión es tal que hasta se comenta
que por la cantidad de “milagros” concedidos a los chavistas, especialmente al
Presidente Maduro que tiene el don de hablar con él, le ganará la partida a
Juan Pablo II y a Juan XXIII, ¿Qué crees tú?
Bueno, está bien de chismes este día que recuerda
tu contacto con los mortales, disfruta tu velada, besos y abrazos para papá,
Yolanda, Dady y demás familiares. ¡Ah!, lo olvidaba, no dejes de invitar a las
tías: Aura y Carmen Ramona. Después me cuentas.
Bendícenos como los bendecimos y recordamos a
ustedes, cotidianamente.
Uno de tus hijos: RSY.
1 comentario:
Me gusta mucho tanto lo escrito por Mery Sananes como la carta del profesor Santaella a su madre. La única cosa que no me pareció fue que no había necesidad de embasurar a ese ser tan querido con estas cosas mundanales de tan baja ralea como las que tienen que ver con el tal Esteban. Aunque sé que el profe tendrá sus motivos. Espero que se me entienda, es un punto de vista. Saludos.
Gregorio Luna
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