Y es ahí donde, de acuerdo con el poeta ínfimo y frugal, hace falta la canción sobre la roca. Una canción que se desgarre, empuñe el verso, lo desangre y esgrima una plegaria ―austera en adjetivos, sin género sin sexo― del tamaño del mundo, del tamaño de la ausencia, senci-llamente destinada a cantarle a la vida de pie y sin dobleces, desde el mismo pozo del dolor. Una canción para que, cuando venga el tiempo de abolir los ritos y las palabras repetidas de memoria, podamos cantarla desde la Parcela 40, en comunión y a viva voz, con Mery Sananes.
viernes, junio 22, 2018
RENÉ RODRÍGUEZ SORIANO HABLA SOBRE PARCELA 40
PARCELA 40
texto
contraportada
Uno va de un lado a otro por los andenes de los días. A veces se distrae, corta geranios, urde y ensambla componendas, torvos engaños; se siente en posesión del curso de las aguas, las estaciones de los trenes y hasta del tenue serpear del verde en lontananza. De pronto, de un ciego y sordo navajazo, sin que interceda ni una sola pincelada gris, uno se va del blanco al negro; fuera de piso, sin balance, en medio de la noche ancha, vacía y deforme, sin lágrimas y con los ojos duros, ignora más de lo que sabe, pero está consciente de que ya nada será igual. Los lirios y las margaritas en las páginas de un libro serán tan sólo historia, momentos. Una herida abierta, una copla infinita y viva, como el dolor.
Y es ahí donde, de acuerdo con el poeta ínfimo y frugal, hace falta la canción sobre la roca. Una canción que se desgarre, empuñe el verso, lo desangre y esgrima una plegaria ―austera en adjetivos, sin género sin sexo― del tamaño del mundo, del tamaño de la ausencia, senci-llamente destinada a cantarle a la vida de pie y sin dobleces, desde el mismo pozo del dolor. Una canción para que, cuando venga el tiempo de abolir los ritos y las palabras repetidas de memoria, podamos cantarla desde la Parcela 40, en comunión y a viva voz, con Mery Sananes.
Y es ahí donde, de acuerdo con el poeta ínfimo y frugal, hace falta la canción sobre la roca. Una canción que se desgarre, empuñe el verso, lo desangre y esgrima una plegaria ―austera en adjetivos, sin género sin sexo― del tamaño del mundo, del tamaño de la ausencia, senci-llamente destinada a cantarle a la vida de pie y sin dobleces, desde el mismo pozo del dolor. Una canción para que, cuando venga el tiempo de abolir los ritos y las palabras repetidas de memoria, podamos cantarla desde la Parcela 40, en comunión y a viva voz, con Mery Sananes.
René Rodríguez Soriano
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