lunes, julio 09, 2018
PROMOCIÓN ARGIMIRO GABALDÓN 1965-1966
Somos la vida y la alegría,
en tremenda lucha,
contra la tristeza y la muerte,
no soy un guerrero,
nunca lo había pensado ser,
amo la vida tranquila,
pero si mi pueblo y mi patria
necesitan guerreros,
yo seré uno de ellos.
Y este pueblo nuestro
los ha parido
por millones cuando
los ha necesitado
Argimiro Gabaldón
A la hora de elegir el nombre que le daríamos a la Promoción 1965-1966 de la Escuela de Letras de la Facultad de Humanidades y Eucación de la Universidad Central de Venezuela, seis estudiantes tomaron la edición de otorgarle esa distinción al Comandante Argimiro Gabaldón.
Han pasado 51 años de esa fecha. Y este es el papel que escribimos y leímos en ocasión del honrar al Comandante Chimiro y entregarle una medalla al General José Rafael Gabaldon, quien nos acompaño en ese acto, junto con las autoridades de la FHE.
Conservamos este original porque durante esas cinco decadas, uno de nuestros compañeros, Eduardo Gasca, quien lo leyó en ese acto, lo conservó hasta el día de hoy. Y mucho se lo agradecemos.
En este año, a 46 años de su muerte, quienes tomamos esa decisión, seguimos sintiendo hoy el mismo orgullo y la misma alegría de haber honrado a un personaje de la calidad humana, de la conciencia política, de la entrega desinteresada a la causa del hombre vulnerado, como lo fue Chimiro.
En fecha reciente, en un acto que desdice y contraría los principios y valores de Argimiro Gabaldón, el gobierno de este expaís, tomó la decisión de llevar sus restos al Panteón Nacional. Nada mas distante de su vivir y de sus luchas. Chirimo no creía en héroes, sino en los hombres sencillos. No creía en mausoleos. Creía que si en algún lugar habría de permanecer era en el corazón de los campesinos que lo vieron en la montaña tratar de alcanzar las estrellas.
Chimiro murió de la bala disparada accidentalmente por uno de sus compañeros en plena montaña. En su último diciembre, sembrado en aquellas montañas, Chimiro denunció la soledad de aquellos hombres, cuando daba cuenta de que sólo había llegado a su estafeta apenas unos terrones de azúcar.
Aquella lucha improvisada sin organización, que se sostuvo por el valor y los sueños de unos hombres que querían cambiar el curso de una historia desigual, marcada por la injusticia, la violencia, la represión y la muerte, dejó una derrota cuyas secuelas aún se sienten en nuestro triste y desgarrado expaís.
Muchos de aquellos hombres que aupaban aquella guerra contra una democracia represiva y criminal, se convirtieron hoy en los sostenedores y beneficiarios de una tal revolucion socialista, que sólo ha traído más muerte, represión, violencia, hambre y sufrimiento a un pueblo desasistido.
Un tiempo en el cual vale la pena recoger las lecciones de Argimiro Gabaldón que dejó estamapadas en sus acciones, su palabra, sus escritos, su poesía y su ejemplo.
Nuestro lenguaje, en aquel momento, cuando nos referíamos al sentido y contenido revolucionarios, nos fue despojado, como todo lo demás. Ese término fue expropiado para hacer con él nuevas formas de domesticación, doblegamiento y crimen. Todos los muertos de entonces y ahora acusa y seguirán acusando hasta que la historia no camine en dirección a una liberación del colectivo-hombre en todos los sentidos y en todas las latitudes.
La revolución hoy, como la seudodemocracia, es sólo un simulacro, una ficción, una mentira repetida indefinidamente, mientras la realidad deja las claras evidencias de la tragedia que vive el hombre de este expaís, conducido como nunca a una destrucción sin precedentes en esta historia.
La revolución, como acción y como palabra, es un término para engañar a los incautos, para oprimir a los rebeldes, para asesinar a quienes se le oponen. Su realidad no recoge sino otra expresión de un mismo poder criminal y dictatorial.
Y haberla utilizado entonces, como lo hizo Chimiro, y tantos más, constituye parte esencial y primordial de nuestra historia. Hoy seguimos con los mismos principios pero hemos aprendido, a golpes, que la falsificación de las palabras tabién conduce a los genocidios.
Lamentablemente fuimos, y lo seguimos siendo ahora, un resuello solitario en una Venezuela reprimida. Y quienes formamos parte de esta promoción, guardamos el orgullo, la alegría y el gesto de haber honrado a hombre de cualidades revolucionarias, no en el sentido en el cual la palabra y la acción revolucionaria actúan hoy, sino en ese sueño de construir una tierra de cantos y hombres sencillos, de tierra sembrada y bienes repartidos equitativamente.
Un lugar donde la poesía y la copla fuesen parte esencial de la lengua y el habla de sus habitantes.
Ciudadano Decano de la Facultad de Humanidades
Ciudadano Director de la Escuela de Letras
Ciudadanos directores de escuela
Ciudadanos miembros del Consejo de la Facultad
Ciudadanos profesores
General José Rafael Gabaldón y
Señora Luisa Martí, viuda de Argimiro Gabaldón
Si alguna
actitud debe definir el ejercicio intelectual es la de poseer una conciencia
moral. Querámoslo o no vivimos una guerra civil, de tal suerte que cada uno de
nosotros nos hemos convertido en responsables de lo que ha ocurrido hasta ahora
y de lo que habrá de venir. Todos sin excepción. Los que se han quedado
callados, los que no han querido ver lo que está ocurriendo, los que se han
comprometido con la traición.
Responsables
porque ninguno puede eludir el problema planteado aquí, ahora, en Venezuela. Se
trata de un enfrentamiento revolucionario porque es un enfrentamiento con la
verdad y con la historia. Y se trata de un enfrentamiento moral porque es un
enfrentamiento con nosotros mismos.
Nosotros hemos
elegido el compromiso con lo que ha permanecido puro en medio de toda esta
violencia. De allí el nombre de Argimiro Gabaldón, porque elegir el nombre de
Argimiro Gabaldón es elegir una condición revolucionaria. Es elegir dar al arte
y a la literatura el sentido moral y revolucionario que nuestro país y nuestro
tiempo exigen.
Pero no se
trata de un simple gesto. Aquí no estamos rindiendo memoria ni homenajeando a
nadie, porque ello significaría mantener una actitud pasiva solamente. Argimiro
Gabaldón es ante todo una actitud y un señalamiento, una actitud y un
señalamiento revolucionarios.
Por ello,
elegir el nombre de Argimiro Gabaldón es elegir un compromiso. Pero un
compromiso sin claudicaciones, sin traiciones, un compromiso con nuestro país
para ser sostenido sea cual fuera la agresión a que seamos sometidos.
Este es el
sentido fundamental de la vida de Argimiro: porque quien en ella no vea la
verdad de lo que está ocurriendo, quien ante ella opte por permanecer ajeno a
la historia y a la vida misma, ese habrá traicionado. Pero que no se diga
entonces que no hubo quien les dijera.
¿Qué
entendemos por una actitud revolucionaria? Argimiro Gabaldón no se hizo
Argirmiro Gabaldón de manera gratuita. Argimiro comprendió y vivió a fondo la
realidad de nuestro país y de nuestras gentes. Argimiro optó por el camino
difícil del compromiso para responder a lo que era y es urgente aquí y ahora.
Argimiro
supo de muchas actitudes. Fue poeta y pintor, historiador y escritor. Todo
hecho a medias, porque para Argimiro había una actitud que debía estar por
encima de todo: la consecuencia consigo mismo y su compromiso. Y por eso
Argimiro subió a la montaña, y por eso Argimiro escribió buena poesía y comenzó
buenos cuadros y comenzó buenos estudios, porque Argimiro estaba ocupado en su
compromiso, y no tuvo tiempo de ser poeta y pintor y ensayista y guerrillero a
la vez.
Pero lo que
hizo lo hizo bien porque para Argimiro todo fue este compromiso y esta
fidelidad con lo más sagrado.
Por esto es
que elegir el nombre de Argimiro Gabaldón para nosotros –licenciados en letras–
no es desviarnos, sino cumplir con responsabilidad nuestro oficio y nuestra
tarea. Y lo que es más importante: saber que ningún oficio ni ninguna tarea nos
habrán de detener a la hora de las decisiones más difíciles.
Mientras,
Argimiro nos dice cómo la literatura, para cumplir su esencia misma de
historiar la vida del hombre de la manera más auténtica, debe ser ante todo una
literatura por y junto al compromiso, una literatura revolucionaria.
Con nosotros
se encuentra el General José Rafael Gabaldón. Si el nombre de Argimiro tiene un
significado, el de su padre, el General, no lo tiene menos. Todos conocemos su
trayectoria revolucionaria, como la trayectoria revolucionaria de casi todos
los Gabaldón. Baste recordar el nombre de Edgar, combatiente en la montaña
junto a Argimiro, quien hoy se encuentra en un país extranjero.
En el Canto
a Fidel, Argimiro nos señala esta actitud revolucionaria:
américa despierta;
que no lo dude nadie,
no te dejes asustar
que no estás solo;
no te dejes traicionar,
ni embaucar,
ni domar,
ni moderar,
ni pulir,
ni limar,
ni comprar,
ni vender,
ni confundir.
no te dejes afeitar,
ni arrebatar tu fusil,
ni tu gorra guerrillera,
ni tus campesinos,
ni tus obreros
ni tus hermanos de américa la nuestra
¡adelante, capitán!
¡adelante!
¡no estás solo!
Terminamos
dejando una constancia del compromiso contraído. Que ello lo represente esta
medalla que imponemos al General José Rafael Gabaldón.
José Humberto Brandt
Eduardo Gasca
Mery Sananes
Ingrid de Armas
J.M. Silva C.
Aníbal Castillo
Julio 1966
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