FULGURACIONES DEL ALMA
SENTIMIENTOS COMPARTIDOS
de
Sara Cáceres Segura
o nuestra Ana María Martínez
Este es el título del libro que me acaba de enviar un personaje de
muchos nombres pero que desde que la conozco la llamo Rori, la hija de un tepuy,
desde el cual ella lo mira todo, sin que la distancia la haga perder lo más
pequeño. Tal vez en eso reside la magia de esas majestuosas figuras. Y sin duda
Rori no desperdicia su tiempo mientras va desmenuzando todo lo que ve desde una
distancia sideral que alcanza su estatura porque ha crecido transfigurándose desde
el más diminuto de los guijarros. No es poca entonces la sabiduría que en sus
idas y venidas recoge Rori mientras ejerce su ritual de permanencia.
Sin embargo hay que advertir que este libro tiene fecha del 2010 y podría adivinarse que su propósito no es el de edificar una poesía tepuy, sino por el contrario abordar sus fulguraciones y sentimientos desde una perspectiva que no requiere de más explicación que aquella que capture el lector.
Y el lector sorprendentemente se ha de encontrar en sus palabras casi como si fueran suyas, porque Rori se pasea por eso que se llama el vivir desde sus inmensas raíces hasta las más diminutas hojas que se desprenden sus ramas.
No tiene intención alguna de formular una nueva estética poética. Pero a la vez nos introduce en una palabra que no busca llenar moldes ni complacer audiencia alguna que de antemano formula lo que quiere encontrar aún antes de adentrarse en la lectura de algún texto. Y ya eso conforma una poética.
Y tal vez allí, en ese aparente sinsentido, es donde hay que hallar una aproximación que, sin embargo cumple su misión. Sentar al lector a confrontar hasta qué punto comparte o no las fulguraciones que Rori va dejando sobre lo diminuto y gigante de la aventura del vivir. No es poca cosa.
Rori tiene como hermoso oficio referir lo absorbido con verdadera frugalidad, lo que resulta una virtud que mucho escasea. Como si ante algo pudiera, desde sus fueros interiores, advertir lo que está más allá de la palabra.
El libro que nos entrega cautiva, sin duda, porque es materialmente una conversación consigo misma y lo que en la realidad se antepone, niega o comparte de esa aventura de estar tan cerca del cielo como del hilo de agua que recorre la base del tepuy. ¿Y qué no habrá de conseguirse en una travesía de esta naturaleza?
Es una obra a la que hay que ingresar con ganas de alcanzar la cima de un tepuy, para que desde allí la reconstrucción del mundo que ella nos deja, alcance la sencillez de vivir en medio de la complejidad de una realidad sin respuestas.
Ella, por demás, no las ofrece. Entrega con inmensa sencillez las sutiles variaciones entre oposiciones que no se oponen, entre similitudes que más parecen antagonismos, sin dejar de diseñar espacios para estacionarse en ellos a elaborar nuestras propias respuestas. Una acción que, por demás, cumple con la función esencial del poeta. Retar al lector, no complacerlo.
El libro es un abecedario sin letras, un lenguaje plástico, un hacer girar lo conocido y repreguntarlo una y otra vez. Allí reside su belleza y lo que ha de cautivar al que se acerque a él.
mery sananes
06/02/2022
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