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¿A dónde van a sembrarse
los mandarinares después
que el cielo nos los entrega
cada atardecer?
¿Se oscurecen en verdad
en las noches o se guarecen
en los arrecifes de las madrugadas
para reaparecer florecientes
en los amaneceres sin flor?
¿A qué huertos iremos
a buscarlos cuando el día
se vuelve un torbellino
de raíces muertas y piedras
a las que aún no les crecen
rosas?
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¿Cómo sobrevivir sin
el dulzor de sus gajitos
convertidos en cobijo de
abrazos y en suspiritos
alados en busca de un
regazo?
Ay que entre el día
y la noche un temblor
recorre las horas
aguardando un tiempo
sin lágrimas
texto y foto
mery sananes
Antonio Vivaldi
Adagio
26 de junio 2022
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