sábado, mayo 27, 2023

TU NOMBRE EN UN ESPEJO DE AGUA - CARTA A ISADORA DUNCAN


En este nuevo cumplevida de Isadora Duncan
vuelvo a subir a mis dinteles esta carta
escrita en el 2010, que aún no salda la deuda
que tengo con un personaje magico que, desde el dolor,
y las penumbras de su tiempo,
pudo establecer la humana condición
que nos pertenece y que sin embargo
aún aguarda su tiempo de florecimiento
colectivo y anónimo.



Nací a la orilla del mar.
Mi primera idea del movimiento
y de la danza me ha venido
seguramente del ritmo de las olas…

Isadora

Te encontré un día por azar, como se encuentran muchas de las cosas trascendentes. Un día en el que medía el fuego de los pájaros y la travesía de los rayos que dan de beber a las hojas. Una noche que me detuve a descifrar el viaje de las ondas luminosas desde la fogata del sol hasta los bosques de este planeta que resiste. Una tarde en la que, frente al mar, se desenvolvieron como en un delta inmenso todos los acordes que alguna vez había escuchado.

Perseguía el cometa que nunca aprendí a volar pero que dibujaba en el cielo una vorágine de movimientos. Iba tras un cangrejo que demarcaba su paso en un giro hacia atrás. Un mediodía en el que intentaba deletrear el misterio de las espigas que inundan la tierra con su danza interminable de susurros.

Te encontré mientras seguía la cambiante línea del horizonte sobre la metáfora de una tempestad. O en aquel amanecer en el que por primera vez me fue revelada la desmesura de un bajel de velas blancas, surcando los acantilados de un mar cuyo azul me escribió por vez primera tu nombre sobre un espejo de agua, una luna creciente o el hilo fosforescente de un cocuyo enamorado.

Me prendí de los pliegues de tu túnica, del color de tus ojos, del rumor que manaba de cada uno de tus dedos, en ascenso hacia el plexo solar del universo y supe que había llegado a una estación de la que nunca más partiría.



El movimiento de las olas, del viento,
de la tierra siempre
tiene la misma y eterna armonía

Busqué tus señas, indagué en tu historial de tiempo, hice el registro de tus andares, pero donde verdaderamente acampé fue en la volatilidad de tus pies descalzos trazando en el aire la respiración de un campo de hierbas o el susurro irefutable del mar. Entre tus manos la música adquiría una sonoridad inédita y en tus movimientos la armonía de la vida redefinía sus trayectos.

Parecías tan natural como una ola marina, una flor abriendo sus pétalos, una llovizna cayendo sobre verdes pastos, un tallo invocando la continuidad de la vida, el recinto de un suspiro o la residencia sonora de un jilguero. Trazabas arcos, espirales, como si pudieras hacer del viento un pincel que trazara en colores pasteles el derroche naranja de los atardeceres.

Lo que hacías, en verdad, era enhebrarle un adagio al movimiento natural y armónico de todo lo que vive. Lo reproducías y reinventabas en tu danza para que en su lenguaje pudiera comenzar a hacerse escritura del hombre.

Y en tí vi al pez mecerse en las aguas marinas, al colibrí enamorado del polen, al vuelo rítmico de los ganzos, el alborozo de los palomares, el allegro vivace de las mariposas, la risa de los niños cuando se despliega en sus párpados el asombro.

Y comencé a hurgar en tus propuestas, en ese arte de la danza que te dedicaste a explicar para dejarnos esa lección de vida que aún no aprendemos.

Tu visión, tu propuesta va mucho más allá del recinto del arte, va al centro del sentido más alto de lo vivo, reencuentra su dimensión esencial, rescata su sentido y lo reintegra como parte fundamental de un ser humano en libertad y en armonía con la naturaleza a la cual pertenece.




Si buscamos la verdadera fuente de la danza,
si vamos a la naturaleza, encontramos que
la danza del futuro es la danza del pasado, la danza
de la eternidad y ha sido y siempre será la misma.


No sé si alguna vez y en verdad te han entendido, Isadora. Tu propuesta está demasiado cargada de futuro para que los hombres de estos tiempos, tan domesticados y atados a todo tipo de cercas, seamos capaces de comprender la esencia de lo que dices. Como si hubieras podido desechar de golpe todo lo efímero y formal, todo lo accesorio e intrascendente de lo que estamos hechos.


Rompes los patrones de la vida que nos ha regido por milenios y devuelves lo humano al tiempo primigenio de un nacimiento que aún está en camino. Si aquel largo tránsito hasta erguirse vertical sobre horizontes que aún no vislumbraba y descubrir la magia incesante de unas manos humanamente móviles significó toda una evolucion de la especie, lo que tú ahora planteas, Isadora, es devolverle a la vida el ritmo vital que el tiempo de una historia ajena le arrebató a su cósmica condicion. Rescatar para los dedos la función de la caricia por encima de toda herida.

En otras palabras reencontrar el flujo del agua que nos recorre y trazar su cauce con las ondas del viento. Devolverle a la mirada su perspectiva de infinito. Y al cuerpo humano la movilidad de una gacela que en su armonioso tropel contiene toda la belleza de la danza, que aún el hombre no aprende a liberar.


La emoción no alcanza su momento de expresarse
a través de una acción que se apresura;
se madura primero, duerme como la vida en la semilla
y se desenvuelve despacio y con gentileza.

Desde los avatares de un destino insospechado, lograste encontrar en tu interior la clave en sol de una partitura aún no escrita que, sin embargo, deletreaste con tus movimientos, como una carta infinita de amor a la humanidad.

Y supiste desde un inicio que esa revelación de lo humano que buscabas, que define y precisa nuestra humana condición, estaba precisamente en la capacidad para ejercer una libertad que tiene como límites las propias leyes de la naturaleza, y como pentagrama el universo mismo del cual partimos y hacia donde vamos, en esta móvil y permanente transformación de los decibeles de los que estamos hechos.





Enseñemos primero a los niños a respirar,
vibrar, sentir e integrarse con la armonía general
y el movimiento de la naturaleza.
Primero produzcamos un hermoso ser humano,
un niño que danza.

Sabías que había que buscar en el niño la manifestación espontánea de esa fuerza vigorosa. Pero también estabas consciente de que en el mundo en el cual sobrevivimos hay que extraerla de las profundidades de los párpados que van descubriendo los milagros de todo lo que existe, del arpegio de la risa que brota sin razones de un corazón recién parido, de ese movimiento amoroso que acompaña las circunvalaciones del agua.

Lo supiste y lo viviste desde el movimiento primero de la vida brotando en tu interior como un vendaval de armonías. Dos hijos, un niño y una niña, que se hicieron continuidad de tu suspiro en sus risas en flor. Hasta la agonía interminable e infinita de ver sucumbir sus cantos en el cauce de un agua que no los aguardaba y que en su absurda y contradictoria insensatez, los tomó en su marejada hasta convertirlos en peces traviesos usurpando el vuelo de los pájaros, como colibríes marinos.

Nunca se iría de tí aquella imagen de sus rostros pegados del cristal del carruaje que los llevaba y que nunca los regresaría. Y sin embargo, de esa tristeza que se instaló como un silencio gigante en el curso lunar de tus imaginerías, brotó tu fuerza renovada para que ellos fueron la señal de los niños que soñabas, danzando el movimiento de la naturaleza, para rehacer este mundo deshecho.

Y así te fuiste a asentar tu escuela de danza, de vida, de futuro. Y lo hiciste en medio de un tiempo adverso, amotinado, dedicado a las tareas de destrucción que no a las de construcción. Tiempos de ‘postguerra’ que preludiaban los que habrían de venir. Sacudimientos históricos que ya transitaban con su carga de frustración y desenfreno.


Los griegos entendieron la continua belleza
de un movimiento que insurge, se esparce y concluye
con una promesa de renacimiento.

Ibas y venías de una Grecia antigua que no supo dejar sus frutos en las empalizadas florecidas sino en las instituciones hechas para deshacer los azules. Refutaste sin ser comprendida pero no cejaste en tu empeño por abordar la belleza que retrata la vida en el crisol de un escarabajo o la fiesta lúdica de un panal de abejas. Sabías que en todo niño se asentaba ese encantamiento y que bastaba dejarlo ser, con su carga de flor y de alas, para que el mundo girara sobre sí mismo y encontrara el rumbo que aún no ha tenido.

Te recostaste en las barbas frondosas, como nidos de aves, del viejo Walt Whitman quien en su propio universo dinamitaba la palabra como tú lo hacías con la danza, buscando el tiempo de vivir que no el verso, como tú, gigante del viento que amaina su recorrido sobre soliloquios de lluvias y estampidas de infinitos, para dibujarle al hombre la medida exacta de su recorrido, si alguna vez despierta a lo que en verdad tiene que ser.




La danza es el ritmo de todo lo que muere
para que pueda volver a nacer,
es el eterno amanecer del sol.

No sé, Isadora, si te comprendieron. Pero aquello de lo que tú hablabas, las lecciones de danza y de vida que dejaste enastadas en las comarcas del suspiro, tienen la vigencia de las constelaciones, el resplandor de los luceros del alba, el rumor sinfónico de los tejeritos. Y sólo aguarda su tiempo de derramarse como un río caudaloso sobre un océano de días, hasta instalarse al fin en el recinto de lo posible.

Y lo hiciste desde el dolor y la tristeza, desde los desencantos y la incomprensión de quienes no entendieron la estatura de tus brazos erguidos hasta la cima de un vivir resplandeciente. Se fugaron tus niños en el torbellino de aguas mansas, e hiciste tus hijos a los niños del mundo. Y a ellos legaste la fantasía imperiosa de tu danza.



No hay manera más simple y directa
para dar arte a la gente que transformar
sus propios hijos en vivientes obras de arte.

Y por ello, Isadora, dondequiera que un niño conjugue en brisa el verbo vivir, que columpie su risa en los engranajes de las nubes y respire mar adentro su pertinencia de pez, estarás tú con tus brazos extendidos, tus pies descalzos y tu rostro amoroso, señalando el porvenir. Aunque te hayas ido tú misma, en el movimiento rítmico de un telar que giró de improviso sobre tus lágrimas, para que al fin pudieses ir al encuentro de tus caballitos de agua y cabalgar desde los astros una danza cósmica y eterna.

Y te digo, Isadora, en estos tiempos, cada vez más llenos de dolor, marcados por el terror y la angustia, por el monótono tableteo de las máquinas de muerte, por la propia convicción de un hombre que no sabe de su destino y de su propia condición, tomamos tu mensaje que hace de los movimientos que se vuelven niños, el propio acercamiento a los dioses que han venido a estas tierras a decirnos que es la hora de comenzar el vaivén sin fin del amor, para que, hasta el propio cielo lleguen los pasos de tus amaneceres, tejidos en danza y sonido por la humanidad que alguna vez será.

mery sananes
septiembre 2010



Publicado en Media Isla
el 16 de octubre del 2010

Publicado en Cartas en la noche
el 23 de julio del 2011

Publicado en Embusterías
el 27 de mayo del 2016

23 comentarios:

Anónimo dijo...

Que hermoso poeta, la danza de Isadora se unió a tus palabras.

Silvia Valcàrcel dijo...

El texto es convulsivo...Pinta bien a nuestra Isadora. Estoy remecida, emocionada, he podido ver a Isadora, la he visto y abrazado, he danzado con ella, cerca de ella, juntas, en una ronda inmensa con todas las mujeres rebeldes y visionarias, con todas las cálidas y sensibles, con todas las aguerridas y solidarias, gracias a la autora y a la amiga que difundió tan bella prosa poética, desde Lima, Rosina Valcárcel

Anónimo dijo...

Gracias Mery, esa hermosa carta a Isadora me permite ver tu propio reflejo en el agua.

amiga,
Maria Walter

Anónimo dijo...

Mery, tu sientes la danza, el amor, la vida. Tienes los poderes de Isadora y de la poesía. Tu obra debería llegarle a muchísima gente.

Amelia

Maritza Bendayán Brunstein. dijo...

Prima Mery, no encuentro mejores palabras que las que utilizó más arriba, la para mí desconocida Amelia.
Me llegaron tanto, que te voy a citar en la introducción a una charla que voy a dar en la Escuela de Padres que fundamos aquí en Bogotá

ferbp dijo...

Bella y enorme carta a Isadora, Mery. Aquí te dejo esta poesía que escribí para dedicársela también muy especialmente a ella y a ti.

Fernando.

Danza, danza en silenciosa armonía
en etérea coexistencia
en el desplome de precarias desavenencias

danza en la luz primigenia
en el calor de la tierra
en algarabía, en muchedumbre celestial

danza al son del remanso
del nuevo amanecer
trino de ruiseñores

danza bella, sencilla, natural
al pueblo
al almácigo
al azul
a la lluvia
a la espiga

danza sublime, inconmensurable
dinastía del arte, del saber
de la luz

danza al tiempo
recónditos auspicios del arcoiris
que inciten
a vivir, luchar
danzar...

danza, danza siempre bella bailarina del amor

danza incluso
entre la pólvora, el alquitrán y
el terrible naufragar de los marginados

danza, danza siempre

ese mundo posible
ese resquicio humano que alumbre
aún
en sus más terribles tinieblas.


Fernando Bellido -Noviembre/2005-

Aborojuan (Juan Martínez Iglesias) dijo...

Sí que será,
alguna vez será, y cuando sea,
sus manos y las letras de las tuyas
observarán risueñas nuevos bailes
en los que todos danzaremos juntos.

Administrador dijo...

Mayo 2021

Esa ilusión jamás la perderemos mi dulce Juan. Aunque no lleguemos a verla realizada. Mañana, como bien lo dices, allí estaremos en esa danza que sobrevive en nuestros corazones y que algún día será colectiva. Recibe mi abrazo emocionado.

Pepi Bobis Reinoso dijo...

Una hermosura para leer tranquilamente, querida amiga:

Silvia Helena Failache dijo...

Um lindo relato. Gracias por compartir.

Navil Naime dijo...

Has escrito ISADORA y el agua se detuvo. Sobre las letras, terrones de nubes ensayan un adagio y un festín de mariposas se mecen con el viento. Todo ríe, todo danza. ISADORA se mira en el espejo de tus palabras y descubre que valió la pena intentar su vuelo.

Administrador dijo...

Como siempre, Navil, derramas palabras que dejan huellas. Y uno las guarda con sonoridad de talismán. Ay!! lograr que las palabras dancen hasta abrirle las compuertas al asombro, recoger apenas un hilo y trenzar la urdimbre de la vida. Ese es el sueño compartido que se hace oficio. Es el gajito de esperanza que se junta a la que recogemos y que dejamos a quienes estarán después que nos hayamos ido. E Isadora es expresión mayor de lo que aún hay que construir colectivamente. Gracias!!

Amparo Concepcion Romero Calatayud dijo...

Es uno de los más bellos vuelos que has compartido me encanta escritora Mery Sananes

Administrador dijo...

Gracias mi muy querida Amparo. Me has acompañado desde hace mucho y siempre me has dejado palabras generosas que recibo con mucho cariño. Un abrazo continuado.

Vilma Becerra dijo...

Oh my God!!!! I do love her and your gorgeous writing make such an honor to her lovely and deep legacy. Dear teacher, I must confess that only once in my life I have been so passionate with a book as when I read "My life", her autobiography!! Thanks once more!!!! A big hug!!!

Administrador dijo...

Mery Sananes
You're right "My life" is a book that leaves a profound path in who reads it and opens up to that ocean of life and love, just finding it inside of ourselves. And thank you again for your words, and the discovery of those treasures that we share.

Silvia Libkind dijo...

Simplemente hermoso!! Gracias por la ternura infinita de tus palabras que resuenan siempre en almas sensibles.
Y por celebrar a Isadora!!!
Un sentido Abrazo Mery.

Administrador dijo...

Gracias a ti, Silvia, mi compañera de rutas.

Ana María Martínez dijo...

danzad hasta
feneced hasta
solo después
renacer
volad hasta
extasiad hasta
solo después
retornar
entre danzas
y vuelos
luces azules
marcan los
senderos a
los lúcidos
a los más
intrépidos
lunáticos
Luz más Luz
Rory 🙂
260521-09h.

Administrador dijo...

Gracias mi querida Rori. Ciertamente Isadora con su danza, su visión de la vida y del ser que aún no somos, se hizo y se mantiene luz más luz. Abrazos.

Gladys Ramos dijo...

Que hermosa carta Mery! Llega a lo profundo de las aguas donde Isadora danza al compás de la música del Universo acompañando a sus hijos en su vuelo eterno de "colibríes marinos" Mi madrugada se estremece con tu lectura y mi memoria se remonta a espacios desconocidos donde quedó escrita una historia de danzas con el fondo musical y etéreo de risas de niños. Gracias por tu exquisito poema digno de relectura.

Administrador dijo...

Mery Sananes
Ay Gladys que hermosura de palabras me has dejado. Y no sabría decirte cuánto me han conmovido. Pero en verdad tu sentida eclosión, igual a la mía, la produce Isadora. Su paso deja una escuela que aún no hemos sabido aprender, asimilar y ejercer. Su visión tiene una gigante dimensión. Y esa carta fue una respuesta emocionada ante la vitalidad y conciencia de un ser que tanto dolor le tocó sufrir.. y que lo transformó en un ritual de vida, un espejo de agua en el que mirarnos más allá de lo somos. Un abrazo inmenso.

A chuisle dijo...

La danza es el eterno esplandor que siempre renace, negándose a morir. Isadora Duncan marcó el camino. Hermoso, poético e insuperable panegírico que le has dedicado.